La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca marca un retroceso significativo en la agenda climática global. Su abandono del Acuerdo de París, la promoción del "Drill Baby Drill" y la cancelación de programas de innovación en energías limpias implementados por Biden refuerzan el aislacionismo estadounidense y cuestionan su liderazgo como potencia innovadora.
Históricamente, Estados Unidos ha liderado en tecnología e innovación.
Sin embargo, las políticas de Trump amenazan con consolidar su rezago frente a China, la Unión Europea y economías emergentes. Estas naciones avanzan en energías renovables, vehículos eléctricos y tecnologías clave como chips, baterías de alto rendimiento y redes inteligentes. Mientras tanto, Trump insiste en proteger industrias del pasado mediante subsidios a combustibles fósiles y aranceles, debilitando la imagen de Estados Unidos como pionero global.
El aislamiento de Estados Unidos refleja una división interna profunda, motivada por el temor a perder liderazgo en un entorno de disrupción tecnológica. En lugar de avanzar hacia una economía sostenible, Trump prioriza intereses a corto plazo, mostrando una gran miopía sobre las consecuencias de su política.
Los incendios forestales en California, las sequías en el suroeste y las tormentas cada vez más destructivas demuestran que el país no está exento de los costos del cambio climático, que ya alcanzó el umbral crítico de 1.5?°C establecido por la ciencia. Estas condiciones extremas, cada vez más comunes, no solo afectan la infraestructura y la economía, sino también la salud y el bienestar de millones de personas.
Paradójicamente, este retroceso podría catalizar movimientos sociales globales. Jóvenes, comunidades vulnerables y actores privados podrían movilizarse para enfrentar la crisis climática. Estos movimientos ya germinan dentro y fuera de Estados Unidos, buscando llenar el vacío dejado por su repliegue.
En lugar de adaptarse al futuro, la administración Trump perpetúa un modelo económico insostenible, hipotecando el bienestar de futuras generaciones. Por el contrario, los países que abracen el progreso y la innovación se beneficiarán, contando con el apoyo de sectores cada vez más amplios de la población que ven en la lucha contra el cambio climático una vía indispensable para la supervivencia. Mientras tanto, la transición hacia energías renovables y tecnologías limpias sigue avanzando, liderada por regiones y ciudades que entienden que el futuro económico está intrínsecamente ligado a la sostenibilidad.
El cambio climático no espera. Si bien el futuro está por definirse, está claro que aferrarse al pasado pone en riesgo no solo el liderazgo de Estados Unidos, sino también su relevancia en un mundo en transformación. Las decisiones de hoy determinarán si el país puede recuperar su papel como innovador global o si quedará relegado en una carrera hacia un futuro sostenible que no espera por nadie.
POR ISABEL STUDER
Presidenta de Sostenibilidad Global
@ISASTUDER
MAAZ