Donald Trump cree que tiene una “misión” casi divina: restaurar la grandeza y supremacía de Estados Unidos, en todos los ámbitos. Para ello, usará todas las herramientas a su disposición: desde llevar al límite las facultades presidenciales, hasta amenazar a otros países para que actúen de determinada manera. Ningún país merecerá trato especial, en la mente de Trump aliados y adversarios se han aprovechado de Estados Unidos y eso debe corregirse para “hacer grande a América otra vez”.
Desde el primer día ha tomado forma la Doctrina Trump: unilateralismo, ignorar alianzas históricas y no preocuparse por cumplir con tratados o construir consensos. En el camino de la restauración de la la gloria nacional el poderío militar, tecnológico o económico deben utilizarse para hacer realidad el destino manifiesto. Sin perder tiempo, las órdenes ejecutivas le han dado forma.
Declaró la frontera sur en emergencia y envió tropas para disuadir y controlar los flujos migratorios y de drogas. Detenciones y deportaciones masivas. Designó a los cárteles como organizaciones terroristas, con potenciales acciones intervencionistas y consecuencias severas en el sistema financiero internacional.
Medidas para revertir las políticas verdes de la administración Biden y el anuncio de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París.
Creación de una oficina para impuestos al comercio exterior, y el anuncio de aranceles del 25% a México y Canadá. Declarar que se retomará el control del Canal de Panamá y decretar que el Golfo de México a partir de ahora se llamará Golfo de América. En tan solo una semana, Trump ya ha demostrado que va en serio. Y el mundo reacciona para evitar las posibles consecuencias: Colombia rápido llegó a un acuerdo para recibir aviones militares con migrantes colombianos deportados, para evitar los aranceles anunciados; los europeos evalúan incrementar su gasto en defensa;, México ajusta su política de seguridad, y todos buscan acotar la presencia y el acceso de China.
En la Doctrina Trump las amenazas a la grandeza estadounidense son muchas y están en todas partes: ambientalistas, migrantes de la “invasión silenciosa”, cárteles terroristas, países que desfalcan a la nación inocente, y la inclusión que conspira contra los valores tradicionales.
Es una nueva forma de imperialismo. No uno basado en la percepción de grandeza, sino en el miedo a perderlo todo. El primero era peligroso por su extraviada superioridad moral, este último es aún más dañino, evocando ideas similares a las del “espacio vital” de otros tiempos. Estemos preparados.
CUMULONIMBUS. “Mi legado de mayor orgullo será el de ser un pacificador y unificador”: Trump.
POR BOSCO DE LA VEGA
PAL