Hace un par de días, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció los nominados a los premios Oscar. Entre ellos, sorprendió Emilia Pérez, un musical que acumuló 13 nominaciones al galardón. La obra sigue la historia de un narcotraficante mexicano llamado Manitas, quién acude a una abogada para que coordine su transición de género, finja su muerte y, posteriormente, procure la seguridad de sus dos hijos.
Sin embargo, aunque ambiciosa en términos formales y discursivos, el musical con tono de thriller ha sido criticado por simplificar una realidad compleja y, en muchos sentidos, ajena al director a cargo de la misma.
Cómo obra cinematográfica, creo que Emilia Pérez vuela demasiado cerca de demasiados soles distintos: durante dos horas y cuarto, la obra es incapaz de decidirse entre el musical o el thriller criminal, el espectáculo o el criticismo, la ironía o el drama. En su intento por abordar temas tan complejos y delicados como la transición de género, la narcoviolencia en México y los desaparecidos en un solo musical, el director francés Jacques Audiard, pierde la oportunidad de tratarlos con la profundidad y tacto que se merecen.
A pesar de que la trama se lleva a cabo en México, la representación mexicana tanto en el elenco como en la producción es francamente mediocre e incluso se ve evidenciada en un guión inconsciente de los modismos del país. Los personajes, en su mayoría planos, son encasillados en los clásicos estereotipos que la obra misma pretende desmontar y, además, las escenas musicalizadas parecen trivializar problemas sociales que exigen mucha más seriedad.
Ahora bien, como oda a los desaparecidos dejados por el narcotráfico, la película ofrece un escenario desafortunadamente ingenuo: que incluso el capo mexicano más violento puede encontrar en su transición la redención y el perdón de todas sus víctimas.
Al fin y al cabo, Emilia Pérez parece alinearse intencionalmente a las tendencias de Hollywood que privilegian el sensacionalismo sobre el criticismo y la estilización sobre la representación comprometida. Aunque su ambición formal pueda llegar a ser destacable, el musical fracasa en ofrecer una exploración significativa al vasto repertorio de temas que se aventura a retratar.
POR TOMÁS LUJAMBIO
COLABORADOR
@TLUJAMBIOT
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