La nueva Anormalidad

El baile de la victoria (de samotracia)

Entre vencedores -legítimos o no- y vencidos, negociar es la palabra clave para garantizar un triunfo, al menos moral; sólo basta con mirar los conflictos políticos que hay en el mundo

El baile de la victoria (de samotracia)
Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

“Cualquier intento de transición tendría que considerar más que sólo la Presidencia”, escribe el lunes pasado sobre la actual crisis venezolana Mie Dahl en Americas Quarterly. “El partido gobernante… controla casi todas las instituciones relevantes: el Tribunal Supremo, la Fiscalía General, la Asamblea [Constituyente], los medios de comunicación, las autoridades electorales y las fuerzas armadas”. 

Tendiente a creer a partir de la evidencia –como gran parte del planeta– que la oposición triunfó en las pasadas elecciones, consciente de la urgencia de reencauzar pronto y en paz una vida democrática largo tiempo ausente en ese país, la periodista nos recuerda, sin embargo, que “las transiciones exitosas a menudo requieren equilibrar una línea dura y otra blanda” y que se antoja difícil lograr una normalidad democrática en Venezuela sin “ofrecer a los altos funcionarios del gobierno una estrategia de salida viable, que contemple incentivos adecuados”. En suma, que no hay negociación posible con aquel a quien se amenaza con perderlo todo.

Ante un discurso opositor venezolano no por legítimo, justo y moral menos estridente, Dahl apuesta por “un cambio de estrategia [que] aún podría movilizar e implicar a las principales partes interesadas en una segunda fase. Esto requerirá un enfoque matizado, caracterizado por la empatía, y un amplio diálogo para comprender las motivaciones de las principales partes interesadas y lo que pueden ganar y perder”. Es decir una negociación.

Releo el párrafo –que, por azares de la estructura no incluye la palabra Venezuela y no la requiere para su comprensión– y me parece aplicable a la situación en Medio Oriente. O al tránsito del Plan C de López Obrador y el inicio de la Presidencia de Sheinbaum.

O a las tensiones políticas en los Estados Unidos de tiempos del MAGA. O al proceso aplazado de formación de gobierno que deberá enfrentar Francia pasada la tregua olímpica. O, más allá, a la discusión sobre aquel espectáculo inaugural y aquella boxeadora argelina.

Hay en todos esos procesos actores que pueden simpatizarnos menos o más pero, allende filias y fobias e incluso más allá de moralidad o inmoralidad, resulta imposible obtener ganancia política de aquel a quien nada se ofrece. Una amnistía. Un salvoconducto. Unos escaños. Unos rehenes.

Un corredor humanitario. Una discusión en comisiones. Un interlocutor moderado. Evidencia científica, O, al menos, una escucha respetuosa.

La arrogancia del ganador que no negocia termina por minar el proceso mismo, por hacerlo insostenible, insustentable. Y lo que vale para Netanyahu y para López Obrador vale para la oposición venezolana, para los civiles palestinos, para Macron.

La representación más famosa de la Victoria –la que está en el Louvre– no tiene cabeza. Por algo será.

POR NICOLÁS ALVARADO 

COLABORADOR 

IG y Threads: @nicolasalvaradolector

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