La protesta como señal de abierta inconformidad; como manifestación de desacuerdo. La eliminación es un hecho, pero no se irán sin protestar. Es su derecho y están en lo correcto. Me refiero al Poder Judicial de la Federación.
Como se preveía, y por cortesía del Ejecutivo federal, al Judicial le espera una reforma endurecida —empeorada y empoderada—. Evidentemente, como en todo, hay personal en la rama judicial federal y locales que la avalan total o parcialmente. La autonomía ha desaparecido en 17 tribunales estatales (en estados gobernados por Morena, en los cuales se sigue estrictamente la propuesta de reforma). Lo que no significa necesariamente que haya coincidencia con esta; el seguir las pautas sugeridas desde los poderes ejecutivos, en diversos casos se trata de una mera estrategia de supervivencia de los trabajadores.
Mas no es el caso de la gran inmensa parte de los trabajadores y colaboradores que integran el Poder Judicial. De hecho, ayer lunes la mayoría de las oficinas e instancias de ese poder de la Unión se fueron a paro de labores. El resto se sumará el día de mañana.
Esta rama del Estado tiene sus días contados. Ya no le quedan más salidas ni alternativas (quizá no las tuvo nunca). Su aniquilamiento está cantado y es irreversible. Lo saben sus integrantes. Por eso la importancia del paro general. Ya no como modo de presión, sino como forma de protesta ante el acto que los eliminará. Una forma de anunciar que ya están liquidados, pero que se van protestando y con la frente en alto.
Los trabajadores del Poder Judicial de la Federación han probado una suerte de aplicación del modelo de Albert Hirschman “Exit, Voice and Loyalty” (salida, voz y lealtad); los consumidores insatisfechos con un producto en el mercado, se pueden quejar con el productor acerca de la calidad que ha disminuido —voz—, esperar pacientemente que el producto mejore —lealtad— u optar por comprar el producto de la competencia —salida—.
¿Hay algo que aún podamos hacer los ciudadanos que estamos comprometidos con el balance de poderes de la Unión? Sí, apoyar a los paristas y respetar su acción, independientemente de los contratiempos que un paro de esta magnitud nos ocasionará. Y es que cuando dicho modelo se aplica para el caso de los gobernados y su relación con sus gobernantes, los ciudadanos deben al menos tener la última opción: la de irse molestos y el pasarles a los gobernantes un costo por sus malas decisiones (en este caso, una pésima iniciativa de reforma).
A la sociedad que algo le quede de ética, buen gobierno y sentido del Derecho debe apoyar este paro. Y no porque con ello vayamos a evitar la reforma, sino porque debemos solidarizarnos una última vez con todos quienes conforman el Poder Judicial y mostrar nuestro desacuerdo con esta reforma del Poder Ejecutivo.
¿Habrá costo para la cuarta transformación? Ciertamente. La reforma que sacará adelante Morena pondrá al gobierno de Claudia Sheinbaum y ‘al segundo piso’ del movimiento entre la espada y la pared. Le creará a ella un descomunal grillete. La presidenta tendrá que optar por hacer transitable su gobierno y el quehacer de su administración pública o el controlar los efectos de la mencionada reforma; una que en poco tiempo aniquilará a Morena.
Modificar el Poder Judicial como propone la reforma de la 4T, permitir la elección popular de ministros, magistrados y jueces, priorizando lo popular sobre lo profesional, es un manjar para Regeneración Nacional en estos momentos. Pero se convertirá después en una indigestión descomunal para el partido. En otras palabras, la reforma es la aniquilación de la autonomía y la profesionalización del Poder Judicial, y por lo mismo de la justicia en México, vía la imposición de personas afines a los intereses del gobierno o de determinados actores, pero es una bomba de tiempo para el régimen.
Cuando ni siquiera existan jueces que detengan los abusos que cometan unos morenistas a los otros, cuando la parcialidad de los magistrados toque todo ámbito de la vida pública, cuando para pagar las campañas electorales de los cuatroteístas los narcos, devenidos en jueces, exijan “una mordida”, la muerte bajo protesta —que este 19 de agosto de 2024 se ha establecido— nos recordará el último momento que aún había algo de justicia en nuestro país.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
COLABORADORA
EEZ