A mi papá, en su cumpleaños setenta, por su ejemplo. Gracias.
Lo que vimos antes fueron rounds de sombra. La verdadera batalla por la reforma al Poder Judicial comienza ahora. Lo sucedido del 5 de febrero pasado, cuando el presidente López Obrador envió su paquete de iniciativas a la Constitución al Congreso, a esta semana, fue el entremés. Viene lo bueno.
En los dos capítulos anteriores, primero durante la campaña -como bandera electoral- y después como narrativa poselectoral -tras el abrumador triunfo en las urnas de Claudia Sheinbaum-, es apenas la botana. La batalla que será una lucha frontal de pronóstico reservado inicia.
Comienza hoy, no solo porque el pasado viernes conocimos el Dictamen que la mayoría de Morena y aliados buscará aprobar (con decenas de modificaciones, que endurecen lo enviado por AMLO), sino porque hoy cientos de integrantes del Poder Judicial votarán para definir si -en un hecho no visto antes- entran en suspensión de labores -paralizando al Judicial, con el impacto en miles o millones de personas que eso implica- a partir de este miércoles.
Jueces y magistrados han doblado la apuesta y cambiaron el tono. Si no los escuchan, paralizarán buena parte del sistema de impartición de justicia.
Durante algunas semanas fuimos testigos de muy diversas mesas de diálogo entorno a la iniciativa de reforma, y en teoría observamos el desarrollo de un parlamento abierto en el que, se prometió, se oirían todas las voces para nutrir el dictamen que finalmente se podría discutir y, eventualmente, someter a discusión en el Congreso.
En realidad, parece que lo que observamos fue un acto de simulación donde la mayoría de la 4T hizo como que escuchó opiniones contrarias a la propuesta presidencial, pero en realidad terminó haciendo lo que sabíamos haría.
De hecho, lejos de modular la iniciativa y conceder algunos puntos a integrantes del Poder Judicial que han mostrado preocupaciones atendibles sobre la carrera judicial y el perfil, preparación y experiencia que requeriría un juzgador, por ejemplo, radicalizaron la propuesta que tuvo cambios, sí, pero para endurecerla: todos los ministros, magistrados y jueces serán elegidos a través del voto popular. No importará tanto el mérito ni la trayectoria, sino la popularidad.
No tendrán que ser buenos jueces, sino buenos candidatos, pues. Más aún, Morena y sus aliados incorporaron la tómbola como mecanismo cuando haya muchos aspirantes buscando el mismo cargo, tal y como lo propuso López Obrador el pasado 30 de julio.
Por eso los integrantes del Judicial elevaron la apuesta. Hoy votarán si paran.
Sin duda, se requiere un Poder Judicial cercano a las víctimas, accesible y eficaz, donde se premie a los buenos impartidores de justicia y sean los más capaces los que brillen.
Pero, ¿la mejor alternativa es ir a la elección por parte de los ciudadanos de todos los jueces, magistrados y ministros de la SCJN? ¿Agarrar parejo? No lo parece. ¿No sería mejor perfeccionar el esquema de selección, para mantener la independencia y autonomía? Creo que sí. ¿Separar la presidencia de la SCJN y del Consejo de la Judicatura? Suena bien; concentra menos poder. ¿Incentivar la carrera judicial? Sería deseable.
Hay matices, pues. Valdrá la pena revisar los grises, más allá de las posiciones absolutas que hay en quienes quieren mantener todo como está o destruir todo lo ya existente. Ni una ni otra postura luce demasiado responsable.
Veremos. Por lo pronto, la verdadera batalla comienza hoy.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
@MLOPEZSANMARTIN
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