Envío Diplomático

Diplomacia, percepciones y realidades

Los diplomáticos profesionales en todo el mundo comparten percepciones y hasta prejuicios sociales

Diplomacia, percepciones y realidades
David Nájera / Envío Diplomático / El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

En días recientes, diversos servicios exteriores han sido objeto de noticias no directamente relacionadas con su quehacer primigenio, que es ejercer la diplomacia. Demandas salariales, amenazas de recortes presupuestales, tensiones laborales, son circunstancias que adquieren gran interés informativo, más no gran profundidad en la comprensión de los mismos.

Los diplomáticos profesionales en todo el mundo comparten percepciones y hasta prejuicios sociales. Por las necesidades laborales, incluso en los países con sistemas estructurados de servicio civil, usualmente aquellas personas dedicadas al servicio exterior tienen una capacidad profesional por arriba de la media. Por ejemplo, formación profesional, manejo de tres o más lenguajes, capacidad de adaptación personal y familiar a distintos climas físicos, laborales, culturales y educativos. En fin, una suma de características que demanda formación y resiliencia.

Es lugar común asumir una opinión superficial de la acción diplomática; novelas y películas han hecho su parte y más de una vez los propios actores de la diplomacia habrán dado de que hablar, pero la relevancia no está en la receta del cocktail o el menú de la cena; mover voluntades, gestionar diferencias, establecer relaciones es la sustancia. Y sucede lo mismo en los corredores de los organismos internacionales que en el lobby de un hotel, en cartas y correspondencia o en largas reuniones bilaterales en las que es la capacidad de comunicación lo que hace la diferencia. Se trata, pues de una interacción humana destinada a acercar puntos de vista y conciliar intereses.

Como cualquier persona que viaja así sea a un lugar cercano en fin de semana, viajar cuesta; transporte, estancia, vestido, alimentación. Y cuesta más hacer todo ello fuera de casa. ¿Por qué la labor diplomática tendría que no costar? Insisto en ello, pues la percepción pública de este oficio se estaciona siempre en el tema del alto costo y escasos resultados.

Pero, ¿Cuántos miles de dólares puede costar enviar aviones al otro lado del mundo para rescatar connacionales de una zona de guerra? Cuando vemos grandes operaciones de evacuación organizadas por países como Estados Unidos o Francia, por ejemplo, no se habla de que los evacuados deberán de pagar un precio básico de boleto de avión. En cambio, esperamos que a nosotros los mexicanos nos salga gratis ¿de qué presupuesto salen esos gastos? Nuestros legisladores demandan mayores servicios consulares en Estados Unidos ¿cuál es la ampliación presupuestal para contratar y pagar mejor a nuestros empleados locales y reclutar a un mayor número de integrantes del Servicio Exterior?

En todo el mundo el mayor valladar a la acción cotidiana de los servicios exteriores proviene de los ministerios de Finanzas, que gustan de conservar la recaudación consular y cobrar impuestos íntegros a las y los diplomáticos, aunque vivan fuera del país y no reciban beneficio alguno del pago de ellos. He ahí dos fuentes honestas de retribución y mejora: toda la recaudación consular sumada al presupuesto corriente de Relaciones Exteriores y aplicada a la mejora de servicios en toda la red diplomática y consular y exención del ISR a la “compensación garantizada” del salario de los diplomáticos en el exterior, para compensar la falta de aumento salarial que la diplomacia mexicana tiene desde hace 24 años. Y nada de ello afectaría las finanzas nacionales y si permitiría mantener en vida y renovación al Servicio Exterior Mexicano.

Tendríamos entonces a un cuerpo civil de carrera compensado y dotado a la altura de los resultados que damos todos los días del año.

POR DAVID NÁJERA

EMBAJADOR DE MÉXICO, ACTUALMENTE PRESIDE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO WWW.ASEMX.ORG

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