Desde que lo ganó todo y supo que no va a tener que irse nunca, ni rendir cuentas, ni explicar su uso de los recursos públicos, ni bajarse de la Suburban, anda el régimen incluso más acelerado de lo habitual. Ya saben: lo de liquidar la división de poderes, usar las instituciones públicas para perseguir a periodistas díscolos, etc. Esta arremetida ya sin pudores ha traído, como es normal con cada salida de tono oficial desde 2018, una nueva ofensiva teórica de cierto progresismo mesurado, digamos los mencheviques, que, luego de votar reiteradamente por un grupo de personas que avisaron con claridad meridiana que nomás ganar las elecciones no iban a irse nunca más y terminarían con la división de poderes, han decidido ponerse críticas y nos dicen, sin dudar, que “Esto no es realmente un gobierno de izquierda”.
Ya hemos pasado por esta conversación, pero va de nuevo: por supuesto que es un gobierno de izquierda. Pregunta fraternal: ¿sí se acuerdan del siglo XX? Rendir culto al líder; practicar la estatolatría; militarizar al país; amedrentar, primero, y reprimir, después, a los medios críticos, y por supuesto agarrar el poder y no soltarlo nunca más, como han celebrado que harán El Fisgón y Noroña, es justamente lo que hicieron las izquierdas, con demasiada frecuencia, desde 1917. Durante este siglo, por supuesto, también, con la diferencia ya demasiado teorizada de que, desde Chávez, e incluidos Evo, Correa y Daniel Ortega, el medio para llegar al poder no son las armas, sino los mecanismos de la misma democracia que vas a desmantelar.
El problema con esta negación a ver a la izquierda como izquierda va, me parece, más allá de los terrenos de la historia, para entrar en los de la fe. Incluso entre personas en principio mesuradas y debidamente formadas en la academia, la noción de izquierda, un término que abarca, por supuesto, premisas y formas muy diferentes de llegar al poder y ejercerlo, algunas democráticas y muchísimas no, es asimilada a la noción de virtud: si la izquierda es lo necesariamente bueno y la derecha lo necesariamente malo (progresismo en versión “El Señor de los Anillos”), todo lo que es malo es de derechas. Es así como llegas a extremos como decir que AMLO es en realidad un neoliberal, por aquello del “austericidio”. Carnales: lo único que hizo la 4T fue destruir las instituciones para usar el dinero, muchísimo, a discreción; sin rendir cuentas, pues. Eso no es muy Milton Friedman, ¿eh?
En la versión “El Señor de los Anillos”, el voto por esa izquierda antidemocrática se justifica con la idea de que hay que ante todo hay que frenar al mal, o sea, la derecha, y se acompaña con otra muletilla: “Pero estaremos vigilantes y no renunciaremos a la crítica”. Mencheviques: los orcos estaban en otro lado y se ríen a carcajadas de su vigilancia.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
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