Columna Invitada

“Exorbitante” de José Ángel Leyva

Las palabras como dardos exactos, ecos que se trasladan sin fatiga entre la emoción y el sentido

“Exorbitante” de José Ángel Leyva
Luis Ignacio Sáinz / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

“Exorbitante” es otro libro del desasosiego. Pero en este desasosiego hay esperanza, por eso ha escrito Leyva, enteramente convencido: “La justicia vendrá también alguna vez para los muertos”.

Evodio Escalante.

 

“No cesa de viajar el rastro del silencio / La mortaja insustancial de lo que no se come / Se mueve esta luz que nos apaga”, así remata la decena de estrofas o de estaciones advocadas a Galileo Galilei, “Y sin embargo se mueve”, un ser hecho de letras, ser gramático duranguense, llamado en el mundo José Ángel Leyva.

Las palabras como dardos exactos, ecos que se trasladan sin fatiga entre la emoción y el sentido, en versos metamorfoseados para ir tirando nuestra molicie, para ir iluminando nuestra senda oscura.

Enésimo libro de quien cultiva, además, el ensayo, la narrativa y el periodismo cultural, perdiéndose y encontrándose en un mar de voces y sonidos. Instigador de “Alforja” y “La Otra”, aposentos cosmopolitas de la poesía que se sabe patria y matria por encima de la Babel de las lenguas.

“Exorbitante” (2024) es un volumen amparado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, sin duda uno de los más incisivos y deslumbrantes sellos editoriales de esta unidad de lo diverso que es México, ensamble poético que cuenta con versión bilingüe francesa-española (L’Harmattan, 2020), y que en esta ocasión se beneficia de un par de precipitaciones al abismo: una de Evodio Escalante, cada vez más a sus anchas en la comunión de exégesis, creación y crítica bajo el sino de la verdad y los embates devocionales; otra de su traductor en París Michel Cassir, espíritu ecuménico de estirpe libanesa, nacido en Alejandría, químico de profesión, cronista del infinito a un tris de ser rasgado, de “claridad erosiva” como uno de sus versos.

Ambos poetas insondables, acompañados por las visualidades matéricas de Manel Pujol Baladas, artista catalán originario de Vic, a color en la portada y en monocromías interiores.

Hermoso y convulso libro capaz de concitar el entusiasmo de lectores de muy diversas latitudes, a grado tal que a estas ediciones se alistan al menos otras dos encalladas en Sudamérica.

Lo cual demuestra con creces que cuando se trata de composiciones de factura impecable, por su precisión lingüística, su armonía sonora y la finura de su escalpelo, los intérpretes abundan.

Todo: “Porque los héroes no mueren / sepultan utopías”... A los astrónomos que desafían la Inquisición y el Credo, Bruno y Galileo herederos de Copérnico, se suma la conciencia incómoda de Victor Serge y su padrino Nikolái Kilbálchich el pionero de la cohetería rusa, la naturaleza expansiva del cosmonauta Víctor Sabinij, o la errancia hasta el patíbulo de León Bronstein (Trotski)... más un tropel de personajes nombrados por su oficio que en su anonimato bosquejan sus ansias de esperanza y redención...

A lo largo del desfile del humor y la angustia, el dolor y los placeres, entre otros seductores episodios, el heliocentrismo que fuera negado para salvar al astrónomo que lo postulara asume un diálogo vibrante con el mal llamado hereje que crepitara en las llamas de Campo dei Fiori incapaz de traicionarse en su convicción científica sobre la materialidad del universo, la condición estelar subordinada al astro rey del globo terráqueo.

Giordano Bruno y su justa petición: “Furia rusticorum liberame Domine” ... en “La cena de las cenizas” (1584). Inconmovible desde sus alturas, el Creador es puesto en tela de juicio por la voz del supliciado quien podría afirmar junto al poeta: “Un Dios sin voz ni voto en el dictamen de la hoguera”.

Su cómplice Cassir en un sinfín de aventuras intelectuales, resume: (Leyva) “Dosifica como un mago moderno el sueño del niño, la propulsión y la vida cotidiana del espacio, el amor, la política, la ironía, el poder y la melancolía”.  Poeta mayor, hay que leerlo.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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