Después de meses de alimentarnos con parafernalia electoral, de escucharla diariamente como un remedio medicinal que se toma más a fuerza que de gana, de ser sometidos a las tradicionales promesas mesiánicas, datos camaleónicos y fake news, terminó una de las guerras por el poder y los mexicanos elegimos presidenta del país.
En los cierres de campaña de las dos candidatas relució la incorporación de las ciencias en sus discursos, como un nuevo ariete progresista; así como el apoyo de intelectuales, ¿pero serán promesas que se verán ensombrecidas cuando lleguen los recortes presupuestales y cuando los artistas consagrados se beneficien de los programas sociales?
La administración actual nos emocionó con un cambio sustancial en Cultura —al final sólo se redujo a unos chispazos de luz como la publicación de la colección de libros “21 para el 21”— y nos ofreció el crecimiento de una red de lectores, algunas exhibiciones gratas y un aparente desmantelamiento de corruptelas en los apoyos para la ciencia y la cultura, principalmente; pero todo sigue siendo un poco más de lo mismo.
Es comprensible que el sector cultural no fuera prioridad en un sexenio particularmente complicado, cuya intención primordial fue la reconstrucción del tejido más vulnerable por medio de los programas sociales.
Sortear las inesperadas emergencias históricas como la pandemia, el temblor del 23 o el último huracán en el sureste, en orden de necesidades, parecen desplazar a las artes a un estatus de lujo, aunque no lo sea.
Con la nueva administración sabremos qué le depara una vez más al sector cultural. Dice el dicho que “a río revuelto ganancia de pescadores”, pues esperemos que en medio de las luchas de la partidocracia caigan fragmentos útiles para el desarrollo del arte y la cultura de un país que brilla en el exterior.
POR CYNTHIA MILEVA
EEZ