Columna invitada

No es la apariencia, es la fortaleza

Parece que la política que ha dividido nuestra sociedad, también afectó el paradigmático momento en el que se tiene a dos mujeres contendiendo para ser la primera presidenta en la historia de México

No es la apariencia, es la fortaleza
Sara Morgan / Columna Invitada / El Heraldo de México Foto: Especial

¿Cómo estará la situación? Qué las voces sobre el día de la mujer se han acallado. 

Parece que la política que ha dividido nuestra sociedad, también afectó el paradigmático momento en el que se tiene a dos mujeres contendiendo para ser la primera presidenta en la historia de México, algo no menor, pues el camino esculpido por mujeres de épocas previas experimentó la metamorfosis reconstructiva de la sustancia femenina, a través de independencias logradas en diferentes ámbitos como: la  contracepción, la educación superior, el derecho al voto y muchos que hoy damos por sentado los que en conjunto, permitieron el desarrollo de los proyectos individuales, sociales, familiares e intelectuales de las mujeres.

Lo anterior fue posible gracias a que, durante la segunda mitad del siglo pasado, se experimentó la aceleración de la incorporación al mundo laboral remunerado, consecuencia de la segunda guerra mundial que echo mano del trabajo de mujeres; con ello se incentivó la educación media y superior en la mayor parte de países desarrollados o en vías de desarrollo, lo que hizo un efecto cascada, pues las mujeres tomaron lugares antes reservados para los hombres. Justo a partir de esos pequeños huecos se generalizó la percepción de esperanza y optimismo, donde se hizo posible cuestionar y desafiar los valores tradicionales de las familias mediante el acceso a la educación media y superior.

No fue la primera vez, pero si la más emblemática, ya que a partir de la misma se sucedieron cambios, como el de los años noventa, donde el genocidio en uno de los países más pobres de África irrumpió. Se trató de Ruanda, donde las mujeres que sufrieron violencia extrema reestablecieron sus espíritus mediante el orden y la compasión, para consolidar un gobierno de mujeres que promovió las bases de solidaridad, respeto y paz, entre un dolor devastador, ante la muerte de sus familias, quienes habrían sido masacrados.

Así, a lo largo de muchos años surgieron mujeres que sembraron las libertades que hoy vislumbramos. 

En México, pese a que se tienen a millones de mujeres valiosas que han dado mucha historia a este país. Hoy confluyen tiempos violentos, donde las agresiones hacia ellas, y la infancia, se asoman en cada esquina, con todo y que existe una serie de legislaciones que supondrían una protección con perspectiva de género. ¿Será que esa abstracción llamada legislación, ha sido difícil de implantar en un ambiente de violencia exacerbado? O tal vez, nuestra sociedad ha sutilizado la violencia perdiendo la capacidad de ver y resolver problemas para progresar.

No se trata, únicamente, de hacer múltiples leyes protectoras, sino sembrar un cambio evolutivo que supere actitudes basadas en pensamientos limitados, dentro de las muchas realidades de este país, donde la diferencia de poder que subsiste en algunos círculos perpetúa una violencia dominante, y de control emocional, e íntimo, que resulta perturbadora. Lo problemático es que la agresión no se concientiza como algo malo, y por ello, se carece de vergüenza y remordimiento, lo que revela una profunda desconexión moral y psicológica. 

De ahí que la reivindicación de la igualdad debe establecerse desde el sistema de interacción humana; y no sólo legal, pues los sismas ocurren únicamente cuando las actitudes se cambian por un convencimiento personal.

Seguramente, el silencio en nuestro país, sobre la enorme posibilidad  de tener la primer líder femenina, resulta de un conflicto al que prestamos una atención inmerecida, dado que eclipsa este hito.

Lo cual se explica de la siguiente forma: Vivimos un contexto de diferencia generacional entre el ejecutivo que ha pretendido una regresión a estigmas superados, sobre el feminismo, pues la visión que posee es de un esquema de mujeres obedientes y respetuosas de la autoridad (masculina), que valora la conformidad, sobre la individualidad, y autenticidad, por lo cual demuestra el pensamiento crítico o la empatía hacia los demás. 

Los anteriores valores se hacen evidentes, cuando escuchamos que dentro del discurso político hay la obstaculización de los ideales de las mujeres en la contienda, ya sea por medio, de ofensas e improperios de alto calaje a la oponente; o la restricción de los proyectos e ideas de la candidata del partido en el poder, donde sólo se espera que la misma se someta a deseos y órdenes ya delimitados, bajo un sistema que para muchas personas ha resultado atroz, pero donde se tiene una actitud rígida acerca del cambio, que posibilite la libertad de modificar los mismos, para un beneficio común. 

Nuevamente, la pretensión es que la libertad femenina sea vulnerada. Probablemente de no existir este sesgo impositivo el fenómeno político más importante de México se tornaría inteligente e independiente, pero es una decisión personal.

Lo mejor que a México le puede pasar, es que sus candidatas, decidan ser valientes.

Decía (Mary Wollstonecraft). Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas.

POR SARA MORGAN
@MORGANSAREL
CONSULTORA LABORAL DIRECTORA DE EQUITY JOB LAB

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