El Servicio Exterior Mexicano (SEM) es la cara más visible y estructurada de nuestra diplomacia. Establecido a la par que nuestra independencia en 1821, está integrado mayormente por personas que han ingresado mediante concursos públicos y cuyos ascensos son desde 1990 mediante exámenes en la mayor parte de los rangos.
Prácticamente hoy todos los integrantes del SEM tienen al menos un grado universitario, el dominio de dos idiomas además del español y están sujetos a capacitación constante; son por tanto un grupo selecto de funcionarios del Estado mexicano con plena responsabilidad profesional y vocación de servicio.
A este grupo de poco más de mil personas se suman unas doscientas personas que tienen un nombramiento temporal resultado de circunstancias políticas y decisiones propias del Ejecutivo. Muchos de esos nombramientos son titulares de embajadas o de consulados y el resto se ocupan de tareas específicas para las que recibieron tal encargo.
México tiene, pues, aproximadamente un o una diplomática por cada 100,000 habitantes. En el período presidencial de Luis Echeverría, la proporción era 1 por cada 50,000 en una época sin tratados de libre comercio, con una economía de sustitución de exportaciones y una reducida recepción de turismo, con Acapulco como único destino internacional.
En 2024, con una red de 14 tratados que vinculan a nuestra economía con otras cincuenta, con 30 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones, recibiendo más de cuarenta millones de turistas y con más de treinta millones de personas nacidas en México o descendientes de mexicanos viviendo en otras partes del mundo, nuestra presencia diplomática se antoja pequeña, para decir lo menos.
No se trata solo de crecer en número de funcionarios en el exterior. Tanto como necesitar más personal diplomático, se necesita crecer en personal local en las Representaciones, en funcionarios en la SRE, en ampliar el número de nuestras representaciones en el exterior y actualizar los sueldos que no se han modificado desde 1999 ¡25 años sin aumento de sueldo!
Hoy en día, el despliegue diplomático de México en el mundo es el número 14 en tamaño, equivalente al tamaño de su economía, pero al descontar los 53 consulados en Estados Unidos, nuestra presencia cae al número 27, equivalente a Grecia. Tenemos 80 embajadas entre los 195 países que integran las Naciones Unidas (206 países son miembros del Comité Olímpico Internacional), 67 consulados, 7 misiones ante organismos multilaterales y 3 oficinas de enlace.
Tenemos amplia presencia en América Latina pero limitada en el Caribe. Muy pocas representaciones en África y en Asia, aunque amplia en Asia Pacífico y en Europa. Las decisiones para abrir una representación casi siempre se sustentan en argumentos económicos y en menor proporción en razones políticas. Muchas veces ha sido en la coyuntura de un sexenio como en tiempos de Echeverría, por intereses petroleros como con José López Portillo. En ocasiones las razones de coyuntura terminan por extinguirse y esas representaciones son las primeras en caer ante los regulares recortes presupuestales.
¿Por qué Cuba, un país de 11 millones de habitantes, tiene 125 embajadas en el mundo? Una nación de economía cerrada, con una diáspora de un par de millones de personas esencialmente concentradas en el sur de Florida despliega sus relaciones internacionales en muchas más regiones que México, por tanto, por ejemplo, puede obtener más votos en organismos multilaterales y apoyar con ello a sus aliados y mantiene un activismo político que consolida su peso en la balanza de su disputa con Estados Unidos.
Este es sólo un ejemplo de que la racionalidad para la presencia diplomática es una decisión estratégica y de largo plazo, por eso mismo se dispone de un SEM que mantiene lealtad y presencia más allá de las transiciones políticas propias de la democracia. Pero la urgencia de actualización en todo lo mencionado es un hecho.
*Asociacion del Servicio Exterior Mexicano
EEZ
