La disputa de hace una semana entre Ricardo Monreal Ávila y Adán Augusto López Hernández hace pensar seriamente en el futuro inmediato de Morena. El partido concebido y creado por Andrés Manuel López Obrador carece hoy la falta de su pastor, un liderazgo débil y las ansias de sobresalir de sus elementos más reconocidos.
Más allá de una riña pública por recursos, lo que los coordinadores parlamentarios pelean es el poder que les otorga ser líderes de los grupos parlamentarios que pueden modificar las leyes sin ningún contrapeso, con una oposición testimonial y la interlocución con los grandes poderes económicos que están propensos a padecer la furia o la gracia de la aplanadora legislativa.
De tal tamaño es el problema que pueda darse al seno del partido guinda, que la propia presidenta Claudia Sheinbaum, tuvo que llamar al orden y vía la secretaria de Gobernación pidió que zanjen sus diferencias y procuren mantener la unidad del segundo piso de la Cuarta Transformación, porque para términos prácticos, la forma es fondo: un partido dividido, es presa fácil del colapso y de la opinión pública.
El regaño viene después de un recorte al presupuesto de la Cámara de Senadores y las acusaciones del coordinador guinda, Adán Augusto, en contra de su símil en Diputados, Ricardo Monreal sobre la existencia de dos contratos con anomalías por aproximadamente 150 millones de pesos con empresas fantasma cuando Monreal presidió la Junta de Coordinación Política del Senado; Monreal negó las acusaciones y respondió que ni cuando era opositor lo trataron así, advirtiendo que al atacar a uno de los suyos “comienza el deterioro estructural”.
El regaño presidencial, también vino acompañado del llamado a misa de la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, quien ante los intercambios entre sus coordinadores declaró que: “no convencimos a nadie de desistirse. Si hay irregularidades detectadas tienen que presentarse las denuncias, no hacerlo es un delito.” Lo cierto es que el fuego cruzado, continuará, y a menos que haya un verdadero golpe en la mesa, Adán Augusto y Monreal, seguirán sintiéndose intocables porque han conseguido la aprobación de 13 de las 18 reformas del Plan C que dejó encargado Andrés Manuel López Obrador antes de retirarse. Así de simple.
El control del presupuesto, la dirigencia del partido, la asignación de candidaturas y el orden de las listas plurinominales al Congreso, son peleas naturales en cualquier partido, pero si esos problemas se dan en un instituto como Morena que se ha vendido como la solución de la corrupción, el nepotismo y la deshonestidad, la incongruencia se devela.
La responsabilidad de un partido que tiene una aprobación del 70 por ciento y se enfrenta a una oposición sosa y sin liderazgo, debería ser mayor para hacerle frente al encargo de más de 35 millones de votos. ¿Dónde quedó el no mentir, no robar y no traicionar al pueblo?
POR CARLOS ZÚÑIGA PÉREZ
COLABORADOR
@carloszup
MAAZ