Mirando al otro lado

Rutilio y la política exterior

El nombramiento del ex gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, como Cónsul General de México en Miami, Florida

Rutilio y la política exterior
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El nombramiento del ex gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, como Cónsul General de México en Miami, Florida, es la muestra más lamentable acerca de cómo el gobierno federal mexicano está visualizando el curso de los próximos meses y años en la relación bilateral con el gobierno próximo del Presidente Trump. Parece que al gobierno federal no le importa la imagen de poca respetabilidad de nuestros representantes en el mundo. Lo que importa es seguir usando el cuerpo diplomático y nuestras representaciones en el exterior como repositorios de las coyunturas, desaseos e incomodidades de la política interior. Es decir, se
seguirá el mismo método diplomático de López Obrador.

¿Cuál fue la “ruta diplomática” del sexenio anterior? En primerísimo lugar, partió de concebir a embajadas y consulados como espacios considerados como “exilios dorados” para políticos en desgracia o a los que había que comprar o neutralizar. Tanto embajadas como consulados fueron utilizados como espacios a los que había que dar financiamiento para acomodar a ex políticos, ex gobernadores o personas y países de interés personal de la familia presidencial.

El resultado práctico de esa política fue que México fue representado por personas cuyo interés en la diplomacia era nulo. Pero el juego de la política hacía que esos espacios diplomáticos se utilizaran para satisfacer cálculos políticos internos. Nuevas alianzas partidistas, proyectos políticos en curso o la necesidad de cubrir las espaldas a algún funcionario descarriado o corrupto eran todas las justificaciones para llenar embajadas y consulados de personas absolutamente ajenas a la tarea diplomática. Incluso, personajes abiertamente desinteresados en la tarea.

Así fue como las embajadas y consulados más importantes de México fueron ocupados por este tipo de personajes mediocres o, en todo caso, irrelevantes para la tarea diplomática. Y, como consecuencia, la reputación de México decayó mundialmente, mermada por la falta de representantes de calidad, eficacia y compromiso alineados con los objetivos de una política exterior de Estado, no de partido. Ellos representaban las ambiciones, compromisos y apetitos de la política interna, completamente alejados de la política internacional.

Se entendía a la perfección lo que López Obrador quería decir cuando afirmaba que “la mejor política exterior es la política interna”. Junto con el nombramiento de embajadores y cónsules cuya única virtud era deberle lealtad política al Presidente de la República, había otros cuyos nombramientos pretendían expresar un compromiso específico con algún gobierno. Tan es así que, por ejemplo, el embajador de México en Venezuela es más militante del Movimiento Bolivariano que de Morena. Siendo acólito de Maduro, se explica el silencio cómplice de México al apoyar el descarado fraude electoral cometido por el gobierno venezolano contra el voto mayoritario del pueblo de ese país en las últimas elecciones presidenciales.

El embajador de México en Nicaragua se considera sandinista y es partidario de la dictadura que gobierna ese país. Obviamente México hace mutis frente la represión desatada por el régimen sandinista contra todo el país y no critica la expulsión, exilio y remoción de la ciudadanía de sus detractores. Es más, promovió la participación de un contingente de soldados nicaragüenses en un desfile del 6 de septiembre en la Ciudad de México.

¿Y qué decir del amasiato mexicano con Cuba? México es, en este momento, el país que más recursos propios aporta al gobierno de la Isla, para su sostenimiento. El apoyo principal es la donación de millones de barriles de petróleo desde hace más de un año, que representa un apoyo en montos superiores a los miles de millones de dólares.

En segundo lugar, México es proveedor de cash en efectivo, en millones de euros y dólares, con el pretexto de la contratación de varios miles de “médicos” cubanos, bajo un régimen designado por las Naciones Unidas como de “esclavitud moderna”. Ese dinero le permite adquirir productos en el mercado mundial, al igual que el dinero que recibe por la venta de petróleo mexicano en el mercado “spot” internacional. Todos esos recursos son vitales para permitir al régimen dictatorial cubano continuar en el poder.

La embajada mexicana en La Habana, sin sorpresa, no ha denunciado la reciente ola de arrestos de disidentes políticos cubanos. Tampoco ha reclamado las duras penas carcelarias ni la falta de respeto a los derechos humanos que el régimen les impone a los presos políticos desde la rebelión social de 11-17 de julio de 2021. Cuba es el país en América Latina con el mayor número de presos políticos en la actualidad. Y México calla.

El embajador mexicano en Rusia es acólito del régimen de Putin. Concibe su papel como el emisario del México que seguirá fielmente en su posición de neutralidad en el caso de la guerra entre Kiev y Moscú. Es por todos sabido que en el caso de una guerra injusta de agresión, ser neutral implica estar de lado del agresor. El embajador mexicano es respetado
en Moscú por su postura “de neutralidad” en esa guerra de Rusia contra Ucrania. Y así es percibido por el resto del mundo.

En estos países, México repite con embajadores puestos por López Obrador cuya misión es mantener un perfil anti-yanqui y a favor de quienes muestran disposición a enfrentarse a los Estados Unidos y, en menor grado, a Canadá y la Unión Europea. México no quiere enfrentarse directamente a Washington, pero se alinea con los que sí lo hacen.

Como México vive internalizando la dicotomía entre su amor y odio a lo estadounidense, es incapaz de diseñar una política congruente hacía Estados Unidos. Cuando México habla de Washington, Trump o T-MEC, se escuda detrás de una retórica sobre la soberanía nacional, pero que es, hoy por hoy, un concepto vacío de contenidos concretos pero infundido en un ropaje emocional irracional, que trata de hacer palpitar el corazón nacionalista del público mexicano.

Nuestra diplomacia debería servir para construir una narrativa que le permita a México recuperar su papel en el mundo. Para lograr ese objetivo, requiere de representantes que proyecten lo más sensible e inteligente de nuestro entendimiento del mundo, y alejados de lo más perverso, corrupto y detestable del inframundo político mexicano.

Por esa razón, el nombramiento de Rutilio Escandón como cónsul en Miami es una lamentable decisión. Siendo un hombre odiado en su estado que gobernó y que convirtió a Chiapas en un horror de violencia, narcotráfico y muerte, él tiene la autoridad moral de un Somoza, Pinochet, Maduro o Daniel Ortega. Es decir, no tiene autoridad moral y sin embargo se le nombra cónsul en Miami.

Ese personaje es considerado por el gobierno de México como la figura idónea para que lo represente y que encarna sus aspiraciones y la sociedad a la que se aspira. Y es peor el nombramiento de Rutilio porque da a entender que nuestros embajadores y cónsules serán esos personajes que, como diría con orgullo López Obrador, representan bien la política exterior de México porque son lo mejor con lo que se cuenta México.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR

ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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