COLUMNA INVITADA

Irene Vallejo, el infinito en su pluma

El libro de Irene ha reivindicado el papel protagónico de las mujeres en los libros, como artífices de la materia prima de la que se confecciona la palabra escrita, las ideas

Irene Vallejo, el infinito en su pluma
Foto: El Heraldo de México

Agustina nació en San Lorenzo Sayula, Hidalgo, cerca del año 1900, no sabía leer ni escribir, sin embargo, todas las tardes le narraba a su pequeño bisnieto los recuerdos de su infancia durante la Revolución Mexicana.

Esos relatos fueron suficientes para sembrar en aquél pequeño su pasión por la historia, que lo llevaría, años más tarde, a estudiar la maestría en escritura por la Universidad de Salamanca y a publicar diversos libros sobre la Revolución Mexicana y otros episodios de la historia patria.

Esa, mi historia, volvió a mi mente como torbellino mientras escuchaba a Irene Vallejo narrar las profundas motivaciones que la llevaron a escribir “El infinito en un junco”, libro que se ha traducido cuando menos en cuarenta y cinco lenguas, en más de setenta y cinco países.

Irene tiene una mente luminosa que teje palabras como hilos de oro.  Nos recordó que el origen de la palabra escrita se remonta a aquellas mujeres que desde los albores de la humanidad han sido guardianas de nuestra memoria a través de la tradición oral, de esas narraciones en la intimidad de la familia que hacen perdurar, para la posteridad, lo que somos y representamos como especie humana.

Por ello no es extraño que hablemos de tejer historias, de la trama de un texto, de hilar las ideas o confeccionar una edición, porque hablar de libros es viajar al origen de los textiles, esos códices vivientes que perduran hasta nuestros días en todos los rincones del mundo.

El libro de Irene ha reivindicado el papel protagónico de las mujeres en los libros, como artífices de la materia prima de la que se confecciona la palabra escrita, las ideas.

Cuando Irene nos compartió el difícil contexto personal en el que escribió su obra, su mirada se llenó de un brillo que transporta hacia el infinito y su sonrisa se acentuó con la sinceridad con la que las palabras pueden dar forma a los hechos. Escucharla es un bálsamo para el espíritu, leerla es un alimento para la mente.

Su libro es un prodigio de la palabra escrita, trae hasta nuestros días la génesis de los libros, esa arma de tinta y papel que ha transformado en múltiples ocasiones el destino de la humanidad.

El brillo en su mirada es profunda y reveladora. Irene trae hasta nosotros, el infinito en su pluma.

Por: Marco Antonio Mendoza Bustamante 

@MarcoMendoza_B

 

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