Para algunos se trata de amenazas vacías, o sin intención de cumplir, como las que ya se hicieron en 2016. Pero más de uno, en México, Canadá y el mundo, se las toma –correctamente– en serio. Tanto que las amenazas arancelarias del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, contra México y Canadá, dos de sus principales socios comerciales, por el incremento de migración y de los índices delictivos, provocaron real preocupación.
Y podría decirse que el gobierno mexicano tiene seis semanas para difuminar la amenaza, aunque tal vez no desaparecerla del todo. Trump anunció que tan pronto llegue a la Casa Blanca, el 20 de enero de 2025, impondrá tarifas arancelarias de 25 por ciento a la importación de productos desde México o Canadá, los socios estadounidenses en el tratado norteamericano, el T-MEC, y agregaría 10% a las ya existentes para productos chinos.
La idea, dijo en una serie de mensajes, es que los tres países eliminen el tráfico de fentanilo. Después de todo, aseguró, “tanto
México como Canadá tienen el derecho y el poder absolutos para resolver fácilmente este problema que lleva tiempo latente. Por la presente, exigimos que utilicen este poder y, hasta que lo hagan, ¡es hora de que paguen un precio muy alto!”
Cierto, hay muchos que opinan correctamente que, desde un punto de vista legal, no puede hacerlo. Tales medidas serían violatorias del T-MEC, pero con un mandatario que controla al Congreso y al Poder Judicial, eso es debatible, tanto qué intenciones parecidas durante su primer gobierno (2016-2020) fueron evitadas sólo gracias a negociaciones que Trump y su equipo aún presumen. Para hacer las cosas más complicadas, en aquella ocasión hubo voces, dentro y fuera del propio gobierno Trump, que advirtieron contra la imposición de tarifas y sus consecuencias. Pero esta vez parecería difícil encontrar las voces, ya no se diga en el gabinete, y tal vez ni siquiera el acompañamiento de Canadá.
Brendan Duke, Director de Política Económica del Centro por el Progreso estadounidense (Center for American Progress) advirtió que las tarifas propuestas por Trump no tienen un sentido estratégico y afectan, en cambio, a 60 por ciento de las importaciones de países que como Canadá y México, "debemos ayudar a contrarrestar (para) reequilibrar nuestra economía para alejarla de China".
Pero a Trump no parece preocuparle tanto lo económico como el beneficio político de presionar a México y Canadá, y en especial el primero, para aparentar que "hace algo" para resolver problemas como la migración, la seguridad fronteriza o el narcotráfico. Cierto. Ni siquiera Trump –aunque probablemente sí una parte de sus seguidores– cree que una medida así acabe con la migración o con el tráfico de fentanilo, ni las adicciones de los estadounidenses, que encontrarán alguna otra forma de distraerse. Pero lo que busca es la apariencia de eficacia para un gobierno compuesto sobre todo de activistas con más entusiasmo que sentido común.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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