“Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.”
Albert Einstein.
El “proceso” para reelegir a la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), describe con claridad las prioridades de un régimen que concentra poder premiando a sus incondicionales, sometiendo a sus legisladores por encima de leyes, razones y dignidad, pero lo más grave: despojando al pueblo de cualquier protección a sus derechos humanos, contra los excesos del poder.
Las arbitrariedades de Morena y sus secuaces en el Congreso no solo trastocan nuestra democracia: amenazan con fusionarse y normalizarse en la vida cotidiana de las nuevas generaciones de niñas, niños y adolescentes en México, esas que no vivirán un país donde los contrapesos previstos en la Constitución, a través de la división de poderes y de organismos constitucionales autónomos, como la CNDH, permitían la inclusión de todas las voces, sino que además ponían freno a los abusos del poder.
Para avanzar en el denominado Plan C del gobierno morenista, se impone la ley de la selva, la del más fuerte, a costa de lo que sea. De nada sirvió construir indicadores para postular al mejor perfil; reeligieron a la peor evaluada, porque este régimen no valora el mérito o la capacidad, sino que premia la lealtad y la obediencia ciegas.
Maquiavélico, por aquello de que “el fin justifica los medios”, el oficialismo primero incorporó a sus afines en la toma de decisiones del INE y del Tribunal Electoral, para con su apoyo, arrebatar la mayoría legislativa que no le dio el pueblo en las urnas; luego, en el Congreso consiguió las “voluntades” necesarias para tener mayoría calificada y ayer, ante la inconformidad abierta de una buena parte de su bancada por reelegir a Rosario Piedra, los obligó a mostrar públicamente su voto antes de depositarlo, en detrimento de su libertad y la transparencia del proceso.
De víctimas a victimarias, podría titularse la historia de la familia Piedra, que actúa más como militante de un partido, que como defensora de los derechos de las personas. El Centro de Derechos Humanos Agustín Pro-Juárez documentó que “no investigó a profundidad las quejas sobre eventos recientes; protegió en sus recomendaciones a las Fuerzas Armadas; omitió interponer acciones de inconstitucionalidad ante leyes regresivas de la anterior administración, e incluso fustigó con sus comunicados a sus críticos”. Y ahora se reelige en un proceso plagado de irregularidades.
Lamentablemente, lo ocurrido con la CNDH no es la excepción, sino la regla en el nuevo régimen. Sus ejecutores podrán engañarse y pretender engañar a otros, pero mataron la independencia del organismo constitucional autónomo, responsable de recibir quejas de presuntas violaciones a derechos humanos, así como de conocer e investigar presuntas violaciones de derechos humanos por actos u omisiones de autoridades administrativas federales.
Los representantes del oficialismo, que no del pueblo, intentan mentirnos con sus discursos, pero ¿cómo podrán mirar a sus hijos a los ojos, justificando semejantes atropellos a la ley y a la razón? ¿piensan que garantizar a su descendencia el derecho humano a la educación en una institución privada, los mantendrá en una burbuja, inmunes al destino de millones de estudiantes a los que hoy condenan a recibir una educación “patito” y ya no tendrán quién los defienda?
La pedagoga Irma Villalpando ejemplifica con claridad la importancia de la escuela ante semejantes arbitrariedades:
“En alguna ocasión, un director de secundaria me mostró un reglamento riguroso que hicieron en su escuela para evitar el plagio académico entre los estudiantes. Cuando estalló el escándalo de plagio de una ministra de la Suprema Corte comentábamos que en temas como éste la escuela es un lugar de contracultura y de resistencia porque, como afirmaba Dewey, una sociedad desordenada y facciosa, como la nuestra, es un obstáculo para construir ciudadanía democrática desde la escuela”.
Como la CNDH o el sector salud, nuestro sistema educativo está siendo desmantelado y cooptado para que prevalezca el interés de unos cuantos y no el del estudiantado, ni siquiera el del magisterio. Desde la resistencia toca seguir evidenciándolos y levantando la voz por una democracia que se refleje en cada aspecto de nuestra vida.
POR ANA LILIA HERRERA ANZALDO
@ANALILIAHERRERA
PRESIDENTA DEL PRI EDOMEX
PAL