La Revolución Rusa de 1917 estableció un nuevo modelo económico que sacudió al mundo entero a través de los Partidos Comunistas y provocó una modificación del capitalismo reinante. En efecto, el mundo bipolar obligó a una reforma del capitalismo basado en las teorías de Keynes que dio lugar a un desarrollo acelerado de la socialdemocracia, más tarde el derrumbe del sistema soviético provocó la llegada del neoliberalismo y de las teorías monetaristas que se apoderaron en todo el orbe de los principales agentes productivos, energía, química, farmacéutica, alimentaria, bélica, financiera, etcétera.
México no ha sido ajeno a estas transformaciones estructurales, después de la Segunda Guerra Mundial, las teorías sociales y constitucionales tuvieron buena acogida en la economía mundial y pudimos crecer en promedio a 6% anual y mantener una política soberana, y una diplomacia gallarda y brillante, al menos durante 40 años, hasta que los gobiernos influidos por el neoliberalismo desmantelaron gran parte de nuestra estructura constitucional y económica.
El pasado gobierno intento de manera anárquica y poco clara corregir estas desviaciones a la ideología de la Revolución Mexicana, actualmente vivimos una seria controversia entre seguir manteniendo una economía sujeta al mercado o retomar algunos de los principios primigenios.
Esta es la seria dicotomía que enfrenta la nación; es necesario crecer, pero también lo es mantener políticas sociales. ¿Es posible esto? Por supuesto que lo es, siempre y cuando no violentemos nuestras relaciones comerciales y financieras que nos vinculan al mundo global.
Requerimos, nadie lo duda, mayor inversión pública y privada, sujetas a una mejor distribución de la riqueza; las grandes fortunas nacionales no han sido afectadas, y a pesar de los programas implementados, más de 11 millones de mexicanos no tienen acceso a los elementos esenciales para sobrevivir con dignidad, por eso el nuevo gobierno debe de actuar con inteligencia y cautela.
Fijar reglas claras con plena seguridad jurídica a los inversionistas nacionales y extranjeros, establecer mecanismos distributivos que más allá de la transferencia directa de recursos permitan crecer la capacidad educativa y productiva de los mexicanos.
Olvidarnos de caprichos seudo ideológicos que sólo nos conducen a la ineficiencia y a la corrupción, y junto con ello, como un mandato fundamental, encontrar el camino para reducir el crecimiento exponencial del crimen organizado y sus aliados.
Las próximas elecciones en Estados Unidos marcaran un hito para el futuro nacional, por eso es fundamental nuestra relación con el vecino del Norte, no sólo con su gobierno, sino con los empresarios, los congresistas y los millones de mexicanos, o de origen mexicano, que viven en ese país.
Aplicar a rajatabla el llamado Plan C puede convertirse en un grave error de política pública. Vale la pena analizar a fondo las verdaderas reformas que se requieren para restaurar con valor y dignidad el destino que nos ha trazado la Constitución y la historia.
En lo interno, mantener un sistema democrático plural, es fundamental. Escuchar a todas las voces y a todas las corrientes de pensamiento; nadie es dueño único de la verdad, la prudencia y la inteligencia son los instrumentos que requerimos para mantener un equilibrio entre nuestros objetivos sociales y nuestros objetivos económicos de crecimiento y distribución.
La unidad nacional, más allá de cualquier retorica es fundamental y esta sólo se logrará haciendo a un lado el odio, el insulto, la diatriba que han utilizado “Tirios y Troyanos”. Reconsideremos el futuro.
El bono democrático del nuevo gobierno debe utilizarse para promover de fondo y forma la reconciliación nacional.
POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM
PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
MAAZ