Casi como si fuera un castigo escolar, el nuevo gobierno mexicano envió al rincón al embajador estadounidense, Ken Salazar, y le asignó una sola ventanilla para su trabajo, la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Es una limitación política por sus expresiones en torno a la reforma judicial en desarrollo ya, y sobre la cual Salazar expresó dudas y señaló sus potenciales complicaciones.
El embajador de Canadá, Graeme Clark, que cometió un pecado similar al de Salazar, iba también a recibir una sanción parecida. La limitación es en todo caso una variación del período de “pausa” que determinó el expresidente Andrés Manuel López Obrador, pero igual una señal de la que para muchos es una deteriorada situación de la relación con dos de los principales socios comerciales de México y su mayor vecino.
Al margen del mensaje que se haya querido enviar, habría que señalar otro hecho común: tanto Salazar como Clark están en sus últimos meses como embajadores.
Como todos los embajadores estadounidenses, Salazar debe presentar su renuncia al próximo mandatario de su país, sea quien sea, cuando tome posesión el 20 de enero de 2025. Clark está, de hecho, a punto de cumplir su período como enviado canadiense en México.
Terminarían, pues, sus respectivas misiones, con un mal sabor de boca, pero no necesariamente en mala situación con sus respectivos gobiernos. Porque las preocupaciones que expresaron son las de sus gobiernos, las de los otros dos países asociados en el Tratado comercial México-Estados Unidos-Canadá, sujeto a revisión en 2026.
Salazar en todo caso, cumplirá 70 años en 2025 y puede regresar a su actividad previa a ser designado embajador en México: cabildeo de alto nivel en Washington.
Queda pendiente, en todo caso, determinar si las limitaciones impuestas a Salazar y Clark van a continuar con sus sucesores o es una sanción específica que no se aplicará a sus sucesores.
El hecho es que, a final de cuentas, México pierde un defensor, interesado si se quiere, pero defensor al fin y al cabo: en Washington hubo varios señalamientos y quejas respecto a su actitud presuntamente favorable hacia el gobierno mexicano.
Lo único malo es que México parece tener cada vez menos defensores en Washington. La ausencia de Salazar como defensor ocurre cuando los Estados Unidos se encuentran en vísperas de una elección histórica que puede llevarlos a una crisis política doméstica, pero que de todas formas no ven con buenos ojos algunas de las medidas adoptadas por el gobierno mexicano.
De hecho, los dos candidatos presidenciales, la vicepresidente y candidata demócrata Kamala Harris y el expresidente y candidato republicano Donald Trump, han manifestado tendencias nacionalistas en dos temas de la mayor importancia para México: migración y comercio. El problema es de confianza, y el enfriamiento hacia los dos embajadores no va a ayudar.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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