Columna Invitada

Ojalá que estén equivocados

La inmensa concentración de poder en la figura presidencial, le ha permitido a cada mandatario gobernar a sus anchas, como mejor le place, sin tener que preocuparse de satisfacer los deseos de quien le antecedió

Ojalá que estén equivocados
Héctor Serrano / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Heraldo de México

En 100 años, ningún presidente mexicano se ha prestado para ser el títere de su antecesor, la última vez que sucedió fue en el maximato, poco después de la revolución mexicana; eran otros tiempos y la fortaleza de los mandatarios dependía del uso de la violencia. A partir de Lázaro Cárdenas se logró alcanzar la estabilidad política y las sucesiones presidenciales se llevaron de forma consensuada, lo que permitió la instauración del presidencialismo mexicano.

La inmensa concentración de poder en la figura presidencial, le ha permitido a cada mandatario gobernar a sus anchas, como mejor le place, sin tener que preocuparse de satisfacer los deseos de quien le antecedió. Los presidentes han sido todo poderosos durante los seis años que dura su gobierno, pero a partir de entregar el poder, su figura se eclipsa ante la llegada de sus sucesores, la influencia política que han logrado después de su sexenio siempre ha sido marginal.

Quienes han intentado mantener el poder más allá de sus gobiernos no han tenido éxito en su cometido, al contrario, sus acciones para seguir siendo un factor de decisión en la política mexicana solo han logrado comprometerlos y exhibirlos. Ejemplos sobran, de que siempre es más conveniente para un expresidente mantenerse en silencio después de su gobierno, quienes lo llevaron a la práctica, han podido gozar de tranquilidad en su vida privada.

Aun así, con todos los antecedentes, hay quienes aseguran que en esta ocasión veremos lo contrario; que la actual presidenta solo será una extensión del gobierno pasado con el único propósito de continuar su legado. También afirman que la influencia del expresidente López Obrador, no dejará margen de maniobra para una presidencia autónoma, que seguirá gobernando bajo las sombras y tomando las decisiones importantes con el beneplácito de su sucesora.

Recientes acciones de la Dra. Claudia Sheinbaum empiezan a demostrar lo contrario, parece estar dispuesta de gobernar a su manera y de acabar con la idea de que solo es el títere de quien la ungió con el poder. Tampoco creo en la necesidad de una ruptura con el expresidente para proyectar independencia, al contrario, eso sería un balazo en el pie del nuevo gobierno que generaría la imposibilidad de transitar con tranquilidad durante el sexenio.

Las acciones que hasta el momento hemos visto, son sutiles pero cargadas de un gran simbolismo; la forma en que se presentó la nueva estrategia de seguridad pública y su decisión de recorrer a pie las zonas afectadas de Acapulco por el huracán John son muestra de ello. Para los que creemos en la posibilidad de que la nueva administración está dispuesta a corregir los errores del pasado, solo nos queda dar un voto de confianza y esperar resultados diferentes.

El gobierno obradorista consolidó su proyecto político priorizando las ayudas sociales, pero descuido áreas importantes como la seguridad pública, el medio ambiente y la económica, la actual administración tiene la oportunidad de rectificar el rumbo de aquellas cosas que no van bien. La presidenta tiene un diagnóstico del país y conoce de la existencia de los problemas que deben ser atenidos con prontitud, esperemos que sea ahí, donde priorice sus esfuerzos.

Me resulta difícil de creer que la doctora Claudia Sheinbaum será solo un espectador durante su propio sexenio y que desaprovechará la oportunidad histórica de ser la primera presidenta de nuestro país. Por nuestro bien, ojalá que sus detractores estén equivocados.

POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR

COLABORADOR

@HSERRANOAZAMAR

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