El asesinato de Dante, Diego, Jaime, Roberto y Uriel, fue tan grave que a muchas personas se nos desgarró el corazón. Por dos razones específicas: la primera es que asusta darnos cuenta de que nuestros hijos e hijas están solos, y en general los que pertenecemos a la sociedad sin vínculos de poder económico, político o social, frente a un sistema de justicia que sólo echa a andar su mediana efectividad, si existe un evento mediático, o si acaso un país poderoso (léase de primer mundo como Estados Unidos, Francia, Canadá), lo solicitan, con relación a alguno de sus ciudadanos; y segundo, nos presenta la cara de un país, con delincuentes sumamente poderosos y desalmados, quienes han poblado nuestra patria, actuando de forma grotesca, frente a la inacción de una autoridad cómplice y sojuzgada que sabe y reconoce todos sus movimientos presentes y futuros, tal y como lo vimos en la exposición del hackeo realizado por el Guacamaya Leaks.
Lo que pasa en México es consecuencia de una subcultura decadente y trastornada, donde se enaltece como algo “cool”, al antihéroe, los antivalores, la perversión, el ocio, el dinero, las drogas, el morbo y lo sombrío. Ya que esas cinco vidas, fueron arrebatadas de sus hogares y video filmadas de forma exprofeso, para exponerlos a quien quisiera observar dicha atrocidad. Lo hicieron seres que no tienen derecho a denominarse humanos.
Este tipo de violencia a través de grupos criminales ha cambiado la faz alegre de nuestro país, de tal suerte que desde hace años se ha modificado el destino, tradición, cultura y espiritualidad de cuantas regiones vayan invadiendo. Desertificando enormes zonas de este país de poblaciones que consideraban sus tierras, parte de sus vidas. Hoy no sólo se trata de la pobreza, sino de la zozobra, ante espectáculos de tal ruindad que obligan a la gente migrar de sus hogares, con apenas lo que llevan puesto, hacia lugares donde no tienen familia, cobijo, sustento y posibilidad de hacerse de una vida nueva.
Que fuerte resulta que se haya perdido la coherencia humana, y que sea sustituida por una apetencia de poder y dinero, el cual desaparece fronteras para invadir con sus pútridos servicios o drogas todos los países del mundo.
Este México ha sido trastocado por terroristas y genocidas, en lo más importante del territorio; su gente; ya que familias enteras han sufrido el secuestro y asesinato de miles de jóvenes de nuestra Nación para alinearlos a las atrocidades del sicariato o de la perversión.
El horror es una constante, que acaba por quebrar todo rasgo de opinión favorable hacia las autoridades que tienen un estatus burocrático que las inmoviliza. ¿Cómo explicar? las llamadas telefónicas en tiempo real, desde reclusorios o lugares plagados de seres infrahumanos, donde se amenaza y extorsiona a la vista de cuerpos policiacos enteros, o quizá cuando se sabe qué quiénes amenazan, secuestran o cometieron el ilícito, no sean detenidos, aún con denuncia ante la autoridad. Sólo basta pararse en los ministerios públicos en todo el país para que se detecte el grado de putrefacción de un sistema obsoleto y lleno de complicidades.
Ya en semanas pasadas vimos a Santiago ser golpeado por un cobarde quien tenía más fuerza que aquel muchacho de 15 años. Al parecer esta casta de abominables, está poblando al país. Así el recuento de semanas de horror que invaden a Lagos de Moreno y al país entero. El fin de semana se anunció otra desaparición en la misma localidad. En Cajeme, Sonora, una mujer fue asesinada, al defender a su hermana de un hombre que la acosaba, y quien seguramente tiene a más de un muerto encima, de su inútil existencia. Seguro escucharon de Iñigo Arenas, asesinado en un Bar. Me recorre el frio temor, cuando imagino a las madres, padres, hermanos, hermanas, y en general a todos sufrir con incansable angustia, pensando en lo que habrán pasado sus seres amados. Pregúntense cada uno ¿cuántas veces se han angustiado de que un familiar no conteste el celular? La desesperación es brutal y enfermiza. La única explicación para acompañar a nuestra familia cada que se pueda es que se hemos perdido la confianza social, ya que muy pocas personas se opondrán a algún ilícito de alguien a quien no conocen.
No podemos dejar de pensar que hay madres y padres, ahora en desgracia, buscadores de pedazos de huesos o rastros de cualquier índole que representen a las pieles y consciencias que antes besaban, llamándoles por su nombre. La familia ha cambiado la promesa, hacia nuestras semillas, porque ahora en lugar de prometerles ser libres, se suele pedir que el cielo este despejado y puedan volar.
POR SARA MORGAN
@MORGANSAREL
CONSULTORA LABORAL
DIRECTORA DE EQUITY JOB LAB
PAL