Es posible imaginar que el fin de semana hubo una fuerte actividad de llamadas, conversaciones y entrevistas entre funcionarios mexicanos y la Embajada china en México o entre diplomáticos mexicanos y funcionarios chinos en Beijing, luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que ya tenía pruebas de que el fentanilo se fabrica con sustancias que llegan de China.
Según la costumbre diplomática, lo más normal es que haya habido pedido y aportación de explicaciones para evitar que el tema derive en un incidente mayor.
No puede decirse que haya ocurrido un intercambio oficial, u oficioso siquiera, entre los gobiernos de China y México. Pero sería normal, porque lo que sí se sabe es que por razones históricas, los chinos son particularmente sensibles a cierto tipo de acusaciones y de expresiones, y más como en este caso, fue el equivalente literal a un avergonzamiento público del gobierno de Xi Jinping.
Además, que una parte del dicho presidencial haya mencionado haber escrito a Xi una carta de petición de ayuda a solicitud de una comisión de diputados republicanos estadounidenses, puede haber agregado incomodidad.
El hecho real es que no es la primera vez que el entusiasmo personal del presidente López Obrador lo pone en situaciones ambiguas y hace necesario que la Secretaría de Relaciones Exteriores, al menos la parte dedicada a la diplomacia formal, trate de barrer los vidrios rotos y suavice o resuelva situaciones.
Los estadounidenses han creado sus propios mecanismos para enfrentar las ya frecuentes acusaciones del mandatario sobre injerencismo. No es que las ignoren, pero la colaboración real del gobierno de AMLO en cuanto a migración, y especialmente, el acuerdo de recibir a deportados de terceros países es una compensación más que políticamente fuerte.
De hecho, ese es un punto de enorme importancia, luego de las acusaciones que el mandatario mexicano lanzó al gobierno estadounidense por financiar a grupos que él considera como críticos o adversariales a su gobierno. En algunos casos, por cierto, grupos que también enfrentaron a sus predecesores.
La relación con México es lo suficientemente importante como para que al menos algunos de sus temas sean parte de la política doméstica estadounidense.
Y así como hay una parte que en aras de metas prácticas prefiere pasar por alto las afirmaciones del mandatario, hay otras –en la oposición republicana en este caso– que plantean acusaciones propias, como en el caso del diputado republicano Dan Crenshaw y su propuesta de resolución legislativa de condena a AMLO por su "amenaza" de tratar de influir en las elecciones del país vecino.
De cualquier forma, no es ciertamente la primera vez que López Obrador parece haber colocado a su gobierno y al país en una situación más o menos incómoda.
Después de todo, como decía don Jesús Reyes Heroles, "en poesía, como en política, la forma es fondo".
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
PAL