Columna invitada

Napoleón

En la misma ciudad, el cantautor vio en esa mujer el tránsito de la juventud y la alegría a la tragedia y la soledad

Napoleón
Antonio Meza Estrada / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Esta historia se desarrolla a mediados de la década de los setenta. Ese día, a las nueve de la noche, sería el concierto en el único recinto decente de la ciudad: el cine Reforma, de Mexicali, con sus cuatro mil localidades, ubicado en el centro de la ciudad. En el habilitado camerino, con las luces de bombilla, un joven apuesto y diligente peinaba el largo pelo de una joven quinceañera. Graciela iba al concierto y al hacer fila se asomó a pedir autógrafo al cantante y este la invitó a pasar y se puso a peinarla.

Inició el concierto rubricado por cálidos aplausos; poco a poco fueron escuchándose los éxitos del cantautor. Tras bambalinas, Graciela, acompañada en todo momento por su mamá, se emocionaba y aplaudía a Napoleón. Terminó el concierto y el cantautor le obsequió a Graciela un cartel promocional que contenía su fotografía y le estampó su firma. Un suvenir para su casa y para toda la vida.

El concierto de José María Napoleón fue un acontecimiento que dio de que decir por mucho tiempo en la fronteriza ciudad. Pasaron los años. Regresa a Mexicali el cantautor. Ahora se presentó en el recién inaugurado teatro de la ciudad, con tramoya, luces y camerinos de verdad. Qué diferencia con el cine donde se había presentado con antelación. Dieron tercera llamada. Inició el concierto y el personaje volteaba a todas partes buscando a la chica de pelo largo… Graciela, que no se le veía por ningún lado.

Al término del concierto, en la puerta de salida, una mujer cargando el peso de los años y la desventura, con un bebé en brazos, se acercó al artista y le pidió una limosna. Napoleón –le dijo– soy Graciela, mi madre murió y me ha ido mal en la vida. Ayúdame.

–Vamos –José María la tomó de la mano. La llevó con él. La encomendó a sus colaboradores y la dejó establecida con amistades.

En unos años, en la misma ciudad, el cantautor vio en esa mujer el tránsito de la juventud y la alegría a la tragedia y la soledad que suelen acompañar a algunos seres humanos, sin causa ni razón.

POR ANTONIO MEZA ESTRADA

COLABORADOR

YERBANIS33@GMAIL.COM

MAAZ

 

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