En los Mares de la Educación

Lectores y nadadores

De acuerdo con el Módulo de Lectura del Inegi de febrero de 2022, 42.4 por ciento de la población no lee por falta de interés, motivación o gusto por la lectura

Lectores y nadadores
Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

No a todo mundo le gusta nadar. Aunque para mí el agua es como un segundo hogar, entiendo que haya quienes no disfruten sumergirse en el mar o la alberca por distintos motivos. Eso es normal y está bien. El problema surge cuando una persona ni siquiera sabe si le gusta nadar porque nunca lo ha hecho, nadie le ha enseñado o no tiene dónde hacerlo.

Si de niño no hubiera tenido el privilegio de crecer con acceso a albercas y maestros de natación, probablemente nunca me hubiera convertido en el nadador voraz que soy.

Algo parecido sucede con la lectura. No a todo mundo le gusta leer, y eso también es normal y está bien. De acuerdo con el Módulo de Lectura del Inegi de febrero de 2022, 42.4 por ciento de la población no lee por falta de interés, motivación o gusto por la lectura, o porque prefiere hacer otras actividades. No obstante, el número de lectores en México es aún más bajo que en otros países: según la misma encuesta, 56.8 por ciento de la población alfabeta de 18 y más años no leyó ni un libro en los últimos 12 meses. El resto leyó, en promedio, 3.9 libros en este periodo.

En gran parte, esto se explica por la falta de acceso a la educación y carencias en el sistema educativo. Otro dato del Módulo: sólo 30.2 por ciento de los encuestados consideran que, cuando leen un texto, comprenden toda la lectura.

Si esa es la situación actual, el rezago en las habilidades de comprensión de lectura que ha provocado la pandemia no hará más que empeorarla. Como dice Fernando Escalante en A la sombra de los libros, la educación formal es “un mínimo que no garantiza casi nada [en términos de libros que leerá una persona], pero es indispensable”.

Otra pista está en un artículo que Katherine Marsh publicó recientemente en The Atlantic. Esta escritora de literatura infantil se pregunta por qué cada vez menos niños leen por placer. Su hipótesis es que, más allá de la ubicuidad de las pantallas, el sistema educativo en Estados Unidos ha pervertido la forma en que se enseña a los niños a relacionarse con los libros. La lectura analítica y las pruebas estandarizadas que miden esta habilidad —sostiene— han suplantado el amor por las historias y el involucramiento emocional con los personajes.

Quizá esto sea cierto, pero una razón que considero de mayor peso es la falta de infraestructura para los lectores del presente y, sobre todo, del futuro. Así como los niños no pueden aprender a nadar sin alberca u otro cuerpo de agua, tampoco pueden desarrollar el amor por la lectura sin bibliotecas que tengan algo más que libros de texto. No sorprende que, según el Módulo, sólo 16.2 por ciento de los encuestados haya visitado una librería o biblioteca en los tres meses previos a su aplicación.

Insisto: no todos tenemos que disfrutar echarnos clavados en la alberca o en las páginas de un libro, pero sí es necesario garantizar que quienes quieran intentarlo lo puedan y sepan hacer. Sólo así pueden emerger los nadadores y lectores que algunos llevamos dentro.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

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