El evento del Zócalo sirvió para apapachar el ego de López Obrador, para mostrar que la violencia sí escala desde la palabra y para exhibir que eso de que el próximo candidato de la 4T a la Presidencia será elegido vía encuestas es sólo un mito. A menos que “encuestas” sea sinónimo de “lo que diga mi dedito”.
El primer mandatario volvió a recurrir al discurso histórico —uno bastante distorsionado— de lo que cree le ocurrió a Lázaro Cárdenas en 1940, cuando equivocadamente (según AMLO) eligió a Manuel Ávila Camacho en lugar de a Francisco Múgica, quien estaba mucho más identificado con su proyecto ideológico. Reiteró que a él no le sucederá lo mismo que a Cárdenas y que sabrá elegir entre los candidatos.
En pocas palabras, que no cometerá el error de Cárdenas y que optará por el verdadero heredero de la 4T. Creo no es necesario decirles, estimados lectores, que ello sería absolutamente de imposible anticipar si la decisión de elegir al candidato fuera por decisión popular, como al mandatario le encanta decir.
Nada, que por más malabares que Andrés Manuel y sus seguidores quieran hacer ahora (¿verdad, Jorge Zepeda Patterson?), López Obrador ya dejó saber bien y clarito que hay (y habrá) “dedazo”. Y todo apunta a Claudia Sheinbaum (aunque algunos quieran ver a Adán Augusto López Hernández). Total, que más allá de si se quieren confundir entre Claudia o Adán (insisto, imposible), de que hay “dedazo”, lo hay. Y el elegido NO es Ebrard, eso también queda claro.
Otra cosa muy distinta es que el canciller algo haya aprendido estos años en el arte de la diplomacia y le funcione mejor decir: “Claudia dice que es ella”, que admitir que él está “fuera de la jugada”… de Morena. Marcelo juega a lo políticamente correcto porque la verdad es que la decisión está más inclinada que la Torre de Pisa y es imposible que esto no lo vea.
En el antes mencionado discurso, López Obrador también anunció que el obradorismo no va soltar el poder (si bien eso ya se sabía de sobra). Pero lo importante es que AMLO se confesó, y que parte de su confesión es que se practica el “dedazo” (aunque viéndolo bien, pues eso también se sabía…). Aquello de que ‘la encuesta al pueblo’ es lo que define a los candidatos de ese instituto político es sólo otra falsedad que se suma a las más de 100 mil proferidas en las “mañaneras”. Lo que viene es un “dedazo” puro y duro. Y López Obrador gobernando a la sombra, si no es que a la hora de la hora incluso intente repetir.
Mientras muchos articulistas recalcan las variantes históricas de los años 40, que si Cárdenas, que si Múgica, que si Ávila Camacho, para adivinar cuál de las “corcholatas” es uno u otro, lo que se torna realmente interesante y revelador no es el símil histórico (¿por qué siempre mirar hacia atrás y nunca pensar a futuro?); lo importante es que con esto López Obrador está confesando la práctica del “dedazo”.
Ya podrá decir que él no muestra preferencia por alguna de sus “corcholatas”, mas sus dichos y sus actos señalan lo contrario. Podrá argumentar que él escogerá, pero que será la voluntad popular la que decidirá. Señalar que no se trata del “dedazo” tradicional. Pero de que hay “dedazo” —así sea disfrazado de progresista—, lo hay.
¿Podía uno esperar otra cosa de un priista consumado? La respuesta es no. A finales de este año atestiguaremos la sempiterna escena del “dedazo”, aunque lo llamarán de otra forma…
Cada día que pasa, los de la 4T se descubren más y más. Continúan demostrando que son iguales a los de antes… Y que la sociedad mexicana eso quiere; que no puede desprenderse de sus lastres. Que inconscientemente gritan: ¡Albricias!, habrá “dedazo”.
Sí, el mismo López Obrador lo ha dicho.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
@MALOGUZMANVERO
LSN
