COLUMNA INVITADA

El poder judicial, la última línea de defensa

Nunca en su historia había recibido el máximo tribunal tantos ataques, presiones e investigaciones ilegales

OPINIÓN

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José Lafontaine Hamui / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El momento que vivimos es de enorme relevancia, un poder ejecutivo desesperado por consolidar su proyecto destructor, visto desde los ojos de su principal exponente como la única forma de gobernar, con visión de túnel, con un solo discurso, intolerante y polarizado.

El gobierno ha perdido en buena parte su influencia en el Poder Judicial. Debacle con la afortunada elección de la ministra Norma Piña como presidente de la Corte, quien ha plantado cara y fijado postura sobre la  defensa de la independencia judicial. Lo que queda de este surrealista sexenio será una guerra sin cuartel donde el gobierno seguirá tratando de someter al Poder Judicial por todos los medios.

No obstante lo anterior, los jueces deben entender que tienen la más grande responsabilidad no solo de defender el poder judicial y los derechos de los gobernados, sino de sostener todas las demás instituciones de México, que han sido destruidas o amenazadas por un movimiento oxidado y corrosivo autodenominado la cuarta transformación.

Los jueces independientes le resultan incómodos al gobierno; explota el Ejecutivo la ambición o miedo de algunos para lograr su sometimiento, lo vimos claramente en la presidencia de Zaldívar.  

Nuestra última línea de defensa ante el tsunami lopezobradorista ha sido y será el Poder Judicial Federal. La Suprema Corte de Justicia de la Nación y su presidente Piña, tienen la titánica tarea de salvaguardar la Constitución y el estado de derecho en una época demasiado compleja.  Nunca en su historia había recibido nuestro máximo tribunal tantos ataques, presiones, investigaciones ilegales y amenazas como en este sexenio.  Hace no muchos años, existía una ruta normal, donde el poder ejecutivo y el legislativo al realizar actos que no se ajustaban a la norma suprema; tenían un contrapeso con un poder judicial autónomo y libre de descalificaciones, institucionales y personales. Una Corte con instrumentos jurídicos definidos y claros para pronunciarse sobre dichos actos. Interpretaban la ley en libertad, calificando la legalidad de los actos, y protegían de acuerdo a su criterio al país, en ocasiones bien y en ocasiones mal, pero en libertad.  Hoy es distinto, la ruta es absolutamente anormal; el Ejecutivo y el Legislativo violan la Constitución, pervierten con demagogia y mayorías zombies el proceso legislativo, y la espectativa de las resoluciones de la SCJN oscila más en el escenario si aguantarán el embate presidencial, si protegerán la Constitución o protegerán por miedo sus carreras y prestigio. Hoy no tenemos garantizada la reivindicación de la legalidad, donde la diferencia de ideas, intereses contrapuestos, pretensiones de orden político y muchas otras consideraciones llevan a que la norma no se observe de acuerdo con la máxima legalidad, aprovechándose de los ciudadanos, desinformados o indiferentes. Para que funciones debe haber jueces honestos y valientes, debe haber ciudadanos conscientes e informados, para aguantar una maquinaria gigantesca de propaganda.

Si bien es cierto el camino judicial es lento, un paquidermo cansado y acostumbrado a caminar muy despacio, donde no les corre prisa en el mejor de los casos. Un camino burocrático y poco eficiente; tiene muchas fallas que deben corregirse; También lo es que con sus claroscuros, es el último recurso para protegernos de los abusos del Ejecutivo; el último bastión, la barrera final contra el retroceso institucional; la última trinchera es el proceso judicial, como la garantía de cumplimiento del pacto social, del contrato social que se encuentra inserto en la Constitución.  El poder judicial es la última línea de defensa a la paz social, el órden, el progreso y la libertad, es el único mecanismo real para transitar por encima de la barbarie hacia la civilidad. Tener la razón no basta: las instituciones requieren un respaldo popular activo para sobrevivir. Ahora, nos toca a todos, desde nuestras propias trincheras la independencia del Poder Judicial.

POR JOSÉ LAFONTAINE HAMUI

ABOGADO

@JOSE_LAFONTAINE

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