La Constitución mexicana, así como la mayoría de las constituciones en el mundo occidental, incorpora, desde su diseño, ventanas o espacios que deben ser aprovechados de forma proactiva por parte del aparato institucional en beneficio de las personas. Esto, claramente, en concordancia con los fines de todo Estado democrático constitucional y, por ende, con la centralidad que tiene y debe tener la persona y su dignidad en tal diseño institucional.
Tales ventanas o espacios, en el terreno de los hechos, permiten a las instituciones competentes de nuestro país, construir y proponer soluciones que busquen generar rutas de acción y alternativas para hacer frente a las principales problemáticas que aquejan a nuestra sociedad actual.
Lo anterior, siempre en línea con el principio pro persona que implica garantizar a las personas la protección más amplia posible en sus derechos humanos, así como con estricta observancia a los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad; y, muy especialmente, el de progresividad.
Además, estos espacios existen, claro está, con apego al tenor de la única lógica válida. Me refiero a la efectiva aprehensión cultural en el sentido de que todas y cada una de las instituciones públicas, están obligadas a servir a las personas a través de su gestión de intereses que no son suyos, sino de todas y todos.
En virtud de lo hasta aquí mencionado, me parece que es de la mayor relevancia que como país hagamos el ejercicio de asomarnos por dichas ventanas y que aprendamos de las experiencias de otras naciones de modo que, con base en ellas, acerquemos a las personas a sus instituciones de un modo incluyente, abierto y equitativo; para que, en esas mismas condiciones, les sean útiles y atiendan oportuna y cabalmente, sus diversas demandas, necesidades e intereses.
En un mundo permeado por lo digital, hay importantes rutas y lecciones generadas en otros países, que podemos aprender y aprovechar si echamos una mirada por las ventanas constitucionales ya referidas. Sobre todo, porque los medios digitales han traído consigo profundos cambios en los modos en que comerciamos, nos entretenemos, aprendemos y realizamos todo tipo de actividades. En tal contexto, los Estados están obligados a aprovechar los medios digitales y el potencial que los mismos ofrecen para servir de mejores modos a las personas.
En línea con lo anterior, Estonia es un país que hay que voltear a ver. Ello, para aprender de los avances, así como de los diseños dables y posibles que, en materia de gobierno digital, se han implementado en este país europeo y que han transformado a la suya, en una sociedad digital.
Si partimos de la idea de que todo acto de gestión pública debe orientarse en beneficio y utilidad de las personas, en este siglo, no hay otro rumbo para cumplir con lo anterior, más que servirnos de los avances y desarrollos tecnológicos con que contamos para aumentar, en condiciones de equidad, inclusión y apertura; los alcances de los muy diversos servicios que el gobierno presta a la población. En esta materia, Estonia es un país que ha apostado por esa vía de avance social y lo ha hecho muy bien.
En dicho país, no solo se considera el acceso a internet como un derecho social, sino que cada residente cuenta con una identificación electrónica. Además, el 99% de los trámites y servicios están disponibles en línea. En los hechos, esto significa que solo casarse, divorciarse, comprar o vender bienes inmuebles, son los únicos actos jurídicos que no se pueden realizar por medios digitales.
El modelo de gobierno digital implementado por Estonia ha tenido impactos y efectos positivos muy relevantes. Por un lado, se ha traducido en un importante detonador de la actividad económica y de captación de inversión. Esto, por ejemplo, al tomar tan solo unas cuantas horas la constitución de una sociedad en línea. Sin embargo, las ventajas del modelo en comento no acaban ahí, sino que se extienden al goce y disfrute de libertades y derechos.
En materia de salud las y los residentes de ese país cuentan con un expediente médico, recetas y tratamientos personalizados; todo digital y accesible para las personas, así como por parte de las instituciones competentes y responsables de atender las demandas, necesidades e intereses de la población en tal rubro. De igual modo, en materia educativa, las y los estudiantes son formados en tecnologías de la información y comunicación desde las etapas más tempranas. Un punto que también, es el relativo a la identificación electrónica que tienen las y los estonios; este elemento incluso puede ser móvil o inteligente y sirve para facilitar y agilizar las diversas interacciones que tienen las personas con sus instituciones.
De cara al futuro, los cambios y ajustes graduales, pero decididos, hechos por Estonia e iniciados hace ya casi veintidós años y aprehendidos por las personas, permiten a esa nación plantearse objetivos como burocracia cero, gobernanza digital transfronteriza y una economía en tiempo real. Todo ello, como es debido, considerando la centralidad de las personas, su efectivo empoderamiento, beneficio y utilidad. Lo descrito, no es sino producto de visionarias políticas públicas orientadas a dar sentido y sustancia, por medio de lo digital; tanto al principio de progresividad aplicable en materia de derechos humanos, como al servicio público.
En México, se han dado grandes avances, ejemplo de ello, es el reconocimiento de la capital del país como Ciudad Digital, estableciendo incluso en su constitución el derecho a la ciencia y a la innovación tecnológica, contando con su propia Agencia Digital de Innovación Pública, la cual, es preciso decirlo, ha digitalizado diversos trámites y servicios en beneficio de la ciudadanía.
Experiencias de países como Estonia pueden servirnos para consolidar y avanzar por ese camino que es ineludible en este momento.
POR MAESTRO JULIO CÉSAR BONILLA GUTIÉRREZ, COMISIONADO CIUDADANO DEL INFO CDMX
TWITTER: @JULIOCBONILLAG
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