La cooperación en seguridad México-Estados Unidos atraviesa por un momento difícil. La relación desafortunadamente ha retrocedido de manera significativa, hasta llegar al nivel de declaraciones discriminantes, que buscan deslindarse de responsabilidades y definitivamente le restan que a ambos países: mexicanos, controlan a sus cárteles o nosotros lo haremos utilizando nuestras superiores fuerzas militares; estadounidenses vigilen el voraz apetito de su pueblo por drogas y los flujos incesantes de armas a nuestro país. Qué deprimente.
Durante la última década, la cooperación en materia de seguridad entre ambas naciones llegó a los niveles más altos históricos de los últimos 150 años, fruto de una ardua tarea de reconstrucción que comenzó hace 17 años, y que en las semanas pasadas, ha descendido –en términos académicos– de un grado de licenciatura profesional, a uno de kínder.
Por si fuera poco, la respuesta pública, emocional, de funcionarios y diplomáticos por asignación (políticos con cartera), mexicanos ante declaraciones sensacionalistas de congresistas estadounidenses en plena campaña electoral, demuestran inmadurez e ignorancia en general, así como complicidad en particular, para continuar ensanchando esta interrupción en la relación. Los funcionarios mexicanos cayeron "redonditos" en el juego de los congresistas de Estados Unidos.
Ambos pueblos deben considerar que la cooperación de seguridad de Norteamérica no es opcional. El intercambio de información e inteligencia entre ambas naciones, socios económicos, comerciales, culturales, industriales y hasta sociales, debe de ser un mecanismo inamovible. Punto. De ella depende la seguridad de 465 millones de personas.
La realidad es que México sí necesita elevar significativamente sus operaciones en contra del crimen organizado. Abrazos y no balazos ha beneficiado significativamente a las organizaciones criminales dándoles oxígeno y espacio para crecer de una manera histórica, sin que se haya registrado un descenso palpable en los niveles de crimen y violencia. México no se serenó con abrazos.
En Washington, existe la percepción generalizada de que, durante esta administración, se ha relajado la presión contra los cárteles y desafortunadamente, la percepción es que las órdenes vienen desde arriba. Otra impresión, es que a las Fuerzas Armadas mexicanas –las únicas instituciones de seguridad creíbles y confiables– no sólo se les ordena cruzar los brazos, se les distrae abierta e irresponsablemente al inmiscuirlos en actividades económicas, administrativas, comerciales, hasta turísticas, que amenazan latentemente su misión, su integridad y su honestidad. Se les puso "dónde hay", ¿para ver qué pasa?
La realidad también es que Estados Unidos tiene que hacer más que apuntar con el dedo hacia afuera y taparse los ojos hacia adentro. La infraestructura de los cárteles no sólo existe en México, no desaparece al cruzar la frontera y la corrupción tampoco es una marca registrada mexicana. Está presente y latente en los servicios de seguridad de ambos países.
El acceso irrestricto e ilimitado a armas de fuego y munición por parte de la población civil no es "un derecho", ya es una irresponsabilidad que cobra consecuencias no sólo en México, sino en las calles y los pasillos de las escuelas de Estados Unidos. Ya descendimos en el pantano de las acusaciones, de los dimes y diretes… Es momento de regresar al diálogo serio y la cooperación efectiva. Aunque hay varias opciones, el primer paso que México podría dar es elaborar e implementar una estrategia de seguridad sensata.
POR IÑIGO GUEVARA MOYANO
DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA DE INTELIGENCIA JANES Y ACADÉMICO VISITANTE DEL ATLANTIC COUNCIL, EN WASHINGTON, D.C.
LSN