COLUMNA INVITADA

Medusa: ¿doble victimización de la mujer?

La metamorfosis es permanentemente significativa, en muchos sentidos, de victimización. Primero, Medusa es violada y, además, castigada, como tristemente se sigue haciendo, sin ser ella la responsable

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el clásico de Ovidio, Metamorfosis, se narra el episodio mitológico de la gorgona Medusa, personaje que, antes de ser brutalmente transformada en el monstruo que conocemos, era una hermosa mujer y “celosa aspiración de muchos pretendientes”, según cuenta el poeta romano. Dedicada como sacerdotisa en un templo al culto de la diosa Atenea, lo que implicaba un celibato impuesto, la conventual vida de la gorgona se vio arrollada por las perversas ansias carnales de Poseidón, deidad de los mares.

La flagrante y aberrante violación cometida en perjuicio de la joven se llevó a cabo sacrílegamente en el templo de Atenea. Bien conocida era, según las fuentes clásicas, la enemistad enorme entre esta diosa y Poseidón, como lo atestigua el frontón del Partenón. A pesar de ello, en lugar del justo reclamo y castigo al culpable, y consuelo y justicia a la víctima, Atenea optó por transformar a la gorgona en un monstruo.

La metamorfosis es permanentemente significativa, en muchos sentidos, de victimización. Primero, Medusa es violada y, además, castigada, como tristemente se sigue haciendo, sin ser ella la responsable. En segundo lugar, el castigo impuesto no sólo es destrozar su legendaria belleza, sino evitar que cualquier hombre la pueda ver a los ojos, so pena de ser transformado en estatua de piedra. Pero eso no es todo: Medusa es confinada a una de las regiones más inhóspitas de la geografía mitológica: la llanura del Cistene, y es llamada —junto con sus dos hermanas— “enemigas del hombre”, según cuenta Esquilo en Prometeo encadenado.

No bastó esto para castigar a la ultrajada víctima. Le corresponde a un “héroe” masculino acabar con su “monstruosidad” —por cierto, verdugo aconsejado y protegido por la jueza Atenea— y convertir la cabeza de la gorgona en reliquia y arma para la guerra, actividad masculina por excelencia en la tradición griega. La ejecución de Medusa se celebra y se consagra en el arte; basta con dos ejemplos escultóricos: la de Benvenuto Cellini en Florencia y una de las cinco versiones en mármol de Laurent Marqueste en la Gliptoteca Carlsberg de Copenhagen.

Por supuesto, no se trata de rememorar lecciones de mitología, sino de aleccionar sobre la múltiple victimización de las mujeres en un Estado patriarcal como el nuestro. Por ejemplo, en el malogrado caso Buck v. Bell (1927), la Corte Suprema de Estados Unidos que declaró constitucional la ley de Virginia para la esterilización de personas con discapacidad intelectual. Carrie Buck, de 17 años, fue violada, dio a luz a una niña y terminó encerrada en un manicomio. Ambas mujeres, madre e hija, fueron consideradas con discapacidad mental, por lo que eran candidatas a la esterilización forzosa. Inclusive uno de los más prestigiosos Justices norteamericanos, el célebre Oliver Wendell Holmes, se atrevió a afirmar desafortunadamente que la esterilización es un sacrificio menor a cargo de personas que, de por sí, debilitan a la sociedad, por lo que ya era “suficiente con tres generaciones de imbéciles.”

En fin, en México tiene que ser tiempo de poner fin a la práctica de convertir a las mujeres en gorgonas, de victimizarlas una y otra vez. Momento es de abandonar las trincheras en las que nos hemos perpetrado año con año, de replantear la forma en que, como sociedad, abordamos las cuestiones de género y que, en lugar de seguir glorificando al verdugo Perseo, celebremos a la Medusa que camina erguida, con la testa de su victimario en su mano, como lo representa la exquisitamente subversiva estatua de Héctor Garbati en el Collect Pond Park de Nueva York.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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