La Escena Expandida

¿La tradición es inamovible?

Jóvenes bailarines en formación ofrecieron una serie de funciones de danza folclórica. Su trabajo demuestra que con esta técnica también se pueden contar historias esenciales sobre el ser humano

¿La tradición es inamovible?
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Asistimos a las Prácticas Escénicas de los estudiantes de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL, en el Teatro de la Danza “Guillermina Bravo”, que se llevaron a cabo del 15 al 17 de febrero.

Se presentarán, pensamos, algunos ejercicios técnicos, el Jarabe Tapatío tradicional, Veracruz, algunas danzas de la Huasteca hidalguense u otra danza del folclor tradicional de México al que ya estamos acostumbrados.

La sorpresa fue brutal. Primero porque las expectativas que teníamos en relación con el folclor se derrumbaron de inmediato cuando vimos que la técnica de esta forma de la danza fue utilizada para la creación de espectáculos nuevos. Que el folclor también permite contar historias esenciales sobre el ser humano y que estas pueden ser representadas en el marco de la escena contemporánea.

Nada mejor para esta columna, llamada La escena expandida, concepto que aspira a la flexibilidad del pensamiento, a sobreponerse a lo aceptado sin cuestionamiento de por medio, a mirarse en un espejo en el que la identidad está llena clichés: el mexicano con sombrero, zarape y ropa de manta sentado bajo un nopal, por ejemplo.

La sorpresa mayor fue encontrarnos con estudiantes dispuestos a entender el folclor como una forma de representación escénica. Es decir, creadores en formación que tienen claro que, sacada de su contexto original, la danza deja de ser ritual de una colectividad específica para convertirse en representación, o sea, en objeto del arte.

(Créditos: Cortesía)

Seguramente los puristas se escandalizarán por este tipo de entendimiento y enfoque de la enseñanza y la práctica de la danza folclórica; y muy probablemente piensen que se atenta contra la tradición. Nada más alejado de la realidad. El purismo y el pensamiento unívoco momifican, petrifican aquello que sólo puede persistir gracias a la reinterpretación, a una revisión desde el presente y también a la consciencia de que los usos, costumbres, rituales, creencias, leyendas de los pueblos y sus identidades son movibles, de ninguna manera se quedan estancados en el pasado.

Cierto, nos transmiten la tradición de generación en generación, pero cada una de ellas interpreta esa tradición y la adapta a su realidad, enriqueciéndola con nuevas aportaciones que le hacen crecer y seguir siendo parte fundamental de la identidad de un pueblo.

Pues bien, las prácticas escénicas sorprendieron porque expresan todas las ideas arriba señaladas, y convirtieron el espacio escénico en el origen de piezas artísticas que llenan de oxígeno a la sofocante y ya poco atractiva escena contemporánea de la danza.

Lo interesante, desde luego, es que esta forma de contar historias, a través de la danza, no dejó de lado ni la técnica del folclor y tampoco a la tradición; las reinterpretó, las acondicionó y las presentó como una forma de pensar el mundo tanto a nivel simbólico como en su naturaleza, extracto de la cultura popular.

Lo cierto es que cada una de las obras fueron piezas artísticas de gran nivel. Con grandes producciones, reflejo de las búsquedas estéticas de las nuevas generaciones de jóvenes en formación en la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBAL.

El repertorio tradicional se resguarda y es del dominio de los estudiantes. Pero ya no es suficiente, toda vez que el objetivo es arribar al nivel de creador artístico, que construye universos habitables en el que se vuelcan las historias de los pueblos; se da vida, por ejemplo, a las leyendas de la mixteca oaxaqueña, o se cuenta el ciclo de vida de una pareja que crece, se conoce, se enamora y se casa: una boda sinaloense, acompañada de música de banda; o se escenifica la purificación del espacio, a través de una “limpia” realizada por un brujo tradicional auténtico, convocado a la escena para apoyar con sus saberes la construcción de la representación, que se vuelve abstracta, simbólica y contemporánea, pero sin dejar de lado a la tradición: la danza de concheros, el cuerpo histórico, el telón compuesto por 500 huacales, en una referencia sublime de un tzompantli, con sus cráneos iluminados como estela celeste.

(Créditos: Cortesía)

Esta forma del folclor se libera de los clichés y recrea la tradición. En escena la estética es cercana, toca las fibras del espectador porque este se ve reflejado en aquellas representaciones: el poder de la tradición se impone. Los creadores, maestros y alumnos de la ENDF van al encuentro de sus espectadores, y el Teatro de la Danza, con un aforo de 300 personas, se ve rebasado como nunca y la fiesta de la colectividad se consuma.

Cierto, son alumnos en formación, pero las obras presentadas podrían estar en los grandes teatros de México o del mundo, en donde seguramente tendrían una aceptación enorme por parte del público. En el país, porque siguen ofreciendo identidad en la enorme variante cultural del país; en el extranjero, porque rebasarían la idea preconcebida de lo folclórico mexicano y se enfrentarían con propuestas que, sostenidas por la rica cultura popular, se insertarían con efectividad al concierto internacional de la danza que se hace actualmente.

No deja de ser una pena que estas obras, con producciones de enorme belleza y complejidad, solo puedan verse durante tres días y no lleguen a más público. Pensamos entonces en la responsabilidad de las instituciones culturales, que deberían apoyar lo que ya se tiene consolidado. Sabemos lo complicado que es mover obras de este tamaño, pero sin duda hablarían de las aportaciones que se hacen dentro de una institución en la formación e impulso de artistas nuevos, que nos representen con dignidad y sin perjuicio de nuestra larga y movible tradición. 

POR JUAN HERNÁNDEZ
IG:@JUANHERNANDEZ4248  
TW: @ISLAS33

PAL

Temas