Malos modos

“El Muro de Berlín”, la exposición

Están ahí el alambre de púas con que empezó la división física de Berlín

“El Muro de Berlín”, la exposición
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Están ahí el alambre de púas con que empezó la división física de Berlín, el primer aviso de lo que se venía; los bloques terribles, grises, altos, espesos, pintarrajeados, que formaron el muro, y hasta una torre de vigilancia; la propaganda de uno y otro bando; los recortes de prensa, las fotos, los documentos oficiales e incluso los boletos del último tren que atravesó libremente la ciudad; los documentos de la Stasi, la policía secreta del Este, incluido alguno de su gran jefe, el brillante y despreciable Markus Wolf; las armas y los uniformes de los guardias comunistas, aquellos que disparaban contra cualquiera que intentara saltar la barda y escapar al mundo libre, y una buena cantidad de objetos de uso diario.

Esa es la parte más atractiva, indiscutible, de la enorme exposición “El Muro de Berlín. Un mundo dividido”, que vi en Madrid y que me apresuro a recomendar a cualquiera que viaje por esos rumbos, dado que circulará por Europa durante varios años y no hay planes de que llegue a México, donde tanto bien haría a tantos echarle un ojo. 

Si los 300 y pico objetos expuestos son de gran interés para cualquiera, lo que los enmarca es, a un tiempo, de una gran virtud o no, según el espectador.

El montaje, la museografía, es decir, la historia que nos cuentan, desde los orígenes del muro hasta su caída en 1989, incluidos los antecedentes –la postguerra mundial, por supuesto– y el contexto ochentero de rebeliones contra las tiranías comunistas, es de un didactismo categórico que resultará tedioso para quien conozca mínimamente la historia del segundo siglo XX, pero que, y ese es justamente el sentido de la exposición, retrata con claridad y contundencia el horror del socialismo real. 

Uso la palabra de manera consciente. Digo el horror y no el “fracaso”, como es habitual, porque el leninismo tuvo éxito: como el nazismo o el islamismo, es una aberración de origen concebida para la opresión, que llevó a cabo con eficacia monstruosa. La expo permite entenderlo con claridad, y bien está.

Si es cierto que, salvo en Cuba o Corea del Norte, el llamado “socialismo real” está muerto y enterrado en el plano de lo concreto, también lo es que mantiene una cierta aura de legitimidad, y que algo de su naturaleza siniestra perdura, para no ir más lejos, en partes del organigrama chairo. Vean sino las tonterías seudo colectivistas, esos deslices de anticapitalismo rupestre, de los libros de texto, o las consignas de algún funcionario de la SEP.

Para los más jóvenes, esos que no vivieron, de cerca o de lejos, los horrores del bolchevismo y los miedos de la guerra fría, los pasillos de la Fundación Canal contienen la verdadera cara del utopismo: cárceles, bayonetas y cartillas de racionamiento. Eso y, claro, el recuerdo de que es posible derrotarlo. 

Si pueden, no se la pierdan. 

POR JULIO PATÁN 

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ

 

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