Política y diplomacia sostenible

La idea más poderosa

El próximo 10 de diciembre se conmemorará el 75 aniversario de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada en París en 1948

La idea más poderosa
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Todas las personas tenemos derechos inalienables, inherentes a nuestra condición humana, sin importar nuestra religión, raza, color de piel, sexo, género, edad, nacionalidad, posición política, económica, social o cultural, o cualquier otra condición. Esta afirmación encierra una de las ideas más poderosas de la historia. El respeto a la dignidad humana es un valor que trasciende culturas e ideologías. No es una doctrina judía, cristiana, budista, islamista, aunque todas esas religiones la compartan. Tampoco es una propuesta comunista, neoliberal, o ambientalista. Es la esencia del humanismo auténtico, el verdadero triunfo de la civilización.

El próximo 10 de diciembre se conmemorará el 75 aniversario de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada en Paris en 1948, en la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas, como “el estándar común al que deben aspirar todas las naciones”. La Declaración es el instrumento internacional más trascendente en materia de derechos humanos. Ha sido la principal fuente de inspiración de todas las convenciones internacionales en la materia y sus mecanismos de implementación, y de muchas constituciones nacionales que se han aprobado desde entonces.

Se sabe poco, pero México tuvo una actuación sobresaliente en el origen de los dos sistemas que promueven los derechos humanos en nuestra región, el de las Naciones Unidas, y el interamericano, que forma parte de la OEA. 

En la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz (que tuvo lugar en el Castillo de Chapultepec en febrero de 1945) Estados Unidos y los países latinoamericanos se avocaron a debatir dos temas: el estatuto de una nueva organización internacional, que meses más tarde se convertiría en las Naciones Unidas, y las bases de un nuevo sistema interamericano, proceso que culminaría con la creación de la OEA en mayo de 1948.

En Chapultepec, México presentó un proyecto de resolución titulado “Protección Internacional de los Derechos Esenciales del Hombre” en que se afirmaba que a partir del final de la Gran Guerra (1914-1918) “se ha abierto paso la idea de que el respeto de esos derechos…es asunto que interesa directamente a la comunidad internacional; se ha impuesto a nuestra generación la verdad de afirmar que la opresión y la violencia ejercida por un estado sobre los individuos, son motivo de preocupación para todos los demás estados, y constituyen una amenaza para la paz mundial.” Una idea profundamente transformadora del sistema internacional.

La propuesta mexicana recordaba que en la “Declaración de las Naciones Unidas” emitida por Estados Unidos, el Reino Unido, China, la Unión Soviética y otra veintena de países en enero de 1942, se había afirmado que la victoria en la guerra era esencial “para defender la vida, la libertad, la independencia y la libre profesión de cultos, así como para preservar los derechos humanos y la justicia”. Sin embargo, las potencias mencionadas no incluyeron esa determinación en su documento de “Propuestas de Dumbarton Oaks”, que sirvió de base para la discusión en Chapultepec y la elaboración de la Carta de la ONU. A la hora de la verdad, los vencedores de la segunda guerra mundial se desdijeron de su compromiso con los derechos humanos. 

Pero en Chapultepec surgió México, acompañado de otras naciones latinoamericanas, para insistir en que los derechos humanos debían ser uno de los principales fines de la nueva organización internacional. En el Castillo dieron la pelea, y llevaron el tema a la Conferencia de San Francisco, celebrada en junio del mismo año, en que se debatió y aprobó la Carta de las Naciones Unidas. 

Ganaron. Convencieron a las vacilantes potencias. El texto final de la Carta reafirmó “la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”. El Artículo 1, dedicado a los propósitos de las Naciones Unidas, en su párrafo 3, señala que la Organización realizará “la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.

No sólo eso. La resolución mexicana también pidió la adopción de una “Declaración de los derechos y deberes fundamentales del hombre” dentro de la futura ONU, y otra Declaración para el mismo fin dentro del ámbito interamericano. También ganaron. Ambas declaraciones se aprobaron en 1948. **

¿Cómo lo lograron? El presidente Ávila Camacho había devuelto a los militares a sus cuarteles, impulsado el civilismo y, aunque tímidamente, un régimen un poco más democrático. Además, en la delegación mexicana a la Conferencia de Chapultepec figuraban verdaderos humanistas y hábiles negociadores, como Alfonso Reyes, Manuel Martínez Báez y Alfonso García Robles. 78 años después la defensa de los derechos humanos y la democracia sigue vigente en todo el mundo. México no debe olvidar nunca su compromiso con la protección internacional de los derechos humanos, siempre tener presente las mejores páginas de su diplomacia multilateral.

**El texto completo de la resolución mexicana puede consultarse en: Secretaría de Relaciones Exteriores, Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, México, 1945. SRE, Dirección General del Acervo Histórico Diplomático, 2003, pp.26-30.

POR: MIGUEL RUIZ CABAÑAS

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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