En los Mares de la Educación

Nyad

La determinación de Diana para intentar alcanzar su objetivo, una y otra vez, es notable. Su actitud, inexplicable para otros, no difiere de la actitud de los atletas más destacados en la natación de aguas abiertas y otros deportes de resistencia. Como dice al final de la película: “Nunca, jamás, te

Nyad
Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

En la primavera de 2014, tenía la mirada puesta en el reto de Los Siete Mares (siete cruces de aguas abiertas de alta dificultad alrededor del mundo). Tras una pausa prolongada de la natación por una fractura de pierna, mientras entrenaba para escalar el Monte Everest, viajé a San Francisco para mi primer nado de entrenamiento. En el ferry hacia el punto de partida, noté que había una copia de The New Yorker, abierta en un artículo de Ariel Levy, que hablaba sobre Diana Nyad.

No pude leer el artículo completo antes de nadar, pero después lo encontré en internet, y me inspiró: se trataba de una exnadadora que, a los 55 años, había regresado al agua con pocas probabilidades de éxito. Se me quedaron grabadas las imágenes del rostro hinchado y los ojos inflamados de Nyad, quien finalmente pasó más de 52 horas nadando sin parar, desde Cuba hasta Florida. Recuerdo las fotos, no porque me asustaran, sino porque eran la prueba de que una atleta increíble había logrado lo que muchos consideraban imposible, y lo había hecho a la nada despreciable edad de 64 años.

La historia de Nyad me acompañó durante los difíciles cruces de: Japón, Hawái, California, Oceanía y Europa, tras lo cual, me convertí en la persona de mayor edad en completar el reto de Los Sietes Mares, en 2017. Luego, el verano pasado, el nombre de Nyad resurgió en mi círculo de amigos de la comunidad mundial de natación en aguas abiertas. Resultó que se estaba filmando una película basada en su libro, Find a Way, protagonizada por Annette Bening y Jodie Foster. Semanas después, cuando la película estaba casi lista, un grupo de nadadores —liderado por personas que nunca han nadado en el Estrecho de Florida, ni saben lo que es estar sumergido en agua salada durante más de 24 horas— comenzó a criticar el proyecto. Amparándose en las reglas del muy diferente Canal de la Mancha, los críticos renovaron su campaña de años para desacreditar a Nyad. Aseveraron que no había completado el nado o que, de alguna manera, había hecho trampa. 

Las afirmaciones se basaban en suposiciones e ignoraban descaradamente lo que 40 miembros del equipo de escolta habían atestiguado.

La semana pasada, tuve la oportunidad de ver la película Nyad. Literalmente, vi a Diana lograr lo que yo aspiro a hacer. Al igual que Nyad, en 2013, ahora tengo 64 años, y persigo un sueño de 25 años.

La inspiración que obtuve de la película y la reaparición deportiva de Nyad es profundamente personal. Sé lo que sintió en el agua, y estoy consciente de la disciplina y la fe que necesitó simplemente para viajar a Cuba, y comenzar su nado. Lo digo, porque yo también he experimentado meses de largos entrenamientos en la alberca —de ida y vuelta durante hasta nueve tediosas horas—, y el mar —recorriendo la costa de México, durante hasta 24 horas—, además de tener que madrugar a horas indecentes y hacer interminables ejercicios de fuerza. Pude apreciar y sentir físicamente su incomodidad y dolor, mientras preparaba su cuerpo y mente, para las dificultades que enfrentaría.

En la película, la realidad de sus nados fallidos también me afectó profundamente. Las repetidas decepciones y el sufrimiento de nadar durante más de 40 horas, y nunca alcanzar el objetivo son un verdadero castigo. El dolor en los músculos de todo el cuerpo durante horas (¡o días!) es de esperarse, pero, cuando se traga agua salada durante un nado, una sensación de ardor inflama la boca, la garganta y el estómago, lo que convierte cada respiración en una experiencia horrenda. Peor aún, la náusea que causan la ingesta de agua salada y las olas incesantes, que te golpean por todas partes, a menudo resulta en vómito. Se necesita una gran fortaleza mental para no rendirse.

Este tipo de dolor, sin embargo, es casi insignificante en comparación con el dolor que puede infligir la pequeña y casi invisible cubomedusa. La escena en que esta criatura —la más venenosa del mar— pica a Nyad desencadenó vívidos recuerdos de lo que experimenté en mis cruces del Canal de Molokai, en Hawái, y el Canal del Norte, entre Escocia e Irlanda. Describo el dolor como si te estuvieran quemando con una plancha caliente, mientras te arrojan sal en la herida, al mismo tiempo que te golpean con un mazo. Gritar, tomar analgésicos... nada ayuda. Por eso pasó Nyad. Para evitar el riesgo de morir a causa de la cubomedusa, Diana encargó a una empresa de prótesis que le diseñara una máscara personalizada. Dado que tuvo que nadar durante horas con la máscara puesta, no puedo imaginar cómo logró respirar sin tragar agua. No obstante, hizo lo que era necesario, sin importarle la incomodidad. Me desconcertó la escena en que Nyad menciona el riesgo de que el agua esté demasiado fría. He experimentado ese temor en muchos de mis cruces, especialmente en el Canal del Norte, pero ¿cómo podría el agua fría ser una preocupación en el Caribe? Resulta que pasar más de 24 horas en agua, por debajo de la temperatura corporal, por muy cálida que parezca, puede provocar hipotermia.

También sé que los nados de más de 24 horas a menudo están acompañados de alucinaciones. Había oído hablar de este efecto en otros nadadores, pero no fue hasta mi intento de doble cruce del Canal de la Mancha, que las experimenté. Las alucinaciones eran fascinantes y psicodélicas, pero demasiado reales. Por eso disfruté ver el camino de baldosas amarillas y el Taj Mahal, a través de los ojos de Nyad, en la película.

La determinación de Diana para intentar alcanzar su objetivo, una y otra vez, es notable. Su actitud, inexplicable para otros, no difiere de la actitud de los atletas más destacados en la natación de aguas abiertas y otros deportes de resistencia. Como dice al final de la película: “Nunca, jamás, te rindas”. Por increíble que parezca, no me sorprendió que Nyad pudiera nadar durante más de 52 horas, dados su entrenamiento y mentalidad.

Bening retrata la experiencia de la nadadora en forma sobresaliente. A lo largo de la película, vemos la fortaleza mental de Nyad. Cuando nadas durante tanto tiempo, a menudo quieres rendirte. Es muy fácil abandonar el intento en cualquier instante: simplemente tienes que nadar hasta el barco y subir a bordo, pero Nyad resiste esas tentaciones, que conoce todo nadador de aguas abiertas, y compartimenta sus sentimientos. Cuando siento frío en el agua, me caliento encendiendo un fuego imaginario en el fondo de mi estómago. Cuando me duelen los músculos, les aplico hielo mágico. Cuando surgen pensamientos negativos, pienso en lo afortunado que soy de tener la oportunidad de nadar, incluso, si es en la oscuridad, a kms. de la costa, a las tres de la madrugada. En un deporte cerebral como la natación de aguas abiertas, el éxito a menudo es 80 por ciento, mental, y 20 por ciento, físico. Dentro de todas las acusaciones que pretenden minimizar el logro de una mujer de 64 años que completa un increíble nado, veo una oportunidad única. Si algunos nadadores no pueden aceptar su nado tal como lo presenciaron 40 voluntarios que estuvieron allí, entonces que tomen los parámetros de su nado (uso de una máscara facial, traje de protección contra medusas, guía de nado y cinta plateada), y vean cuántas personas, especialmente mayores de 50 años, pueden replicar la hazaña. Nyad cumplió su sueño. Es una profunda inspiración para mí, y espero que inspire a otros a perseguir y alcanzar sus propios sueños, sin importar su edad. 

Antonio Argüelles es un nadador de aguas abiertas mexicano, miembro del Salón de la Fama Internacional de la Natación de Fondo (IMSHOF, por sus siglas en inglés) y poseedor de dos récords Guinness. A los 58 años se convirtió en la séptima persona en terminar Los Siete Mares y, a los 60, completó un cruce doble, de 65 km, del Canal de Catalina. Su próximo nado, a los 65 años, será un doble cruce del Canal de la Mancha, para lo cual deberá recorrer 68 km.

POR ANTONIO ARGÜELLES

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