Columna invitada

Los Fieles Difuntos

Si disponen pétalos de cempasúchil en senderitos que van desde las calles hasta los altares domésticos, por donde los difuntos caminan

Los Fieles Difuntos
Rubén Martínez Cisneros / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

Es 1 y 2 de noviembre, días de Todos Los Santos y Los Fieles Difuntos, respectivamente. El aroma a copal invade la comunidad, el altar está arreglado con su arco adornado de flores de cempasúchil también conocidas de muertos, en la mesa donde está montado, hay velas y veladoras encendidas, fotografías de los difuntos, además de tamales, café, chocolate, cerveza, vino, aguardiente, dulce de calabaza con piloncillo, entre otros gustos del muerto.

Se disponen pétalos de cempasúchil en senderitos que van desde las calles hasta los altares domésticos, por donde los difuntos caminan, después de arribar del inframundo y se dirijan a comer de la ofrenda elaborada para ellos de acuerdo a la tradición en México, como cada año.  

En los libros La fiesta mexicana, coordinados por Enrique Florescano y Bárbara Santana, FCE 2016, en el capítulo La fiesta del día de muertos bajo la autoría de Héctor Zarauz López, se lee lo siguiente, “La celebración del día de Muertos es probablemente la más tradicional y añeja del calendario festivo del mexicano; su origen es antiguo, tanto que se pierde en la lejana memoria de nuestro pueblo e involucra a las dos raíces principales de lo que se considera la mexicanidad, es decir, lo indígena y los español.

Agrega Zarauz López, “En el curso del tiempo se fue dando un intenso mestizaje entre ambos pueblos, lo que incluyó religión, cultura, idioma, costumbres, ritos, cosmovisiones y muchos elementos más. De ese sincretismo añejo, forjado a fuego lento, y de manera intensa, surgió una amalgama indisoluble que hoy conocemos como lo mexicano”.

Más aún, agrega el doctor en historia por la UNAM, “…en plena modernidad neoliberal del siglo XXI, el mexicano se prepara con fervor todos los años para recibir a sus muertos…abarrota los cementerios; hasta ahí lleva flores y velas, música y comida…reza, rememora, llora, ríe, canta a todo pulmón con tríos norteños, come y se embriagan con sus muertos”.

En la huasteca potosina en fechas recientes a esta festividad se le da el nombre de Xantolo, en el Diccionario del Náhuatl, coordinado por Carlos Montemayor, Ciudad de México/UNAM, encontramos el siguiente significado, “Festividad de días de muertos en la Huasteca. Nahuatlización de la voz latina Sanctorum, acotamiento de Sanctorum Ommium, Todos Los Santos, por su parte el arqueólogo Guillermo Ahuja, nos explica, “Xantolo es una pronunciación corrupta o incorrecta del Sanctorum”.

Se escucha  la voz de doña Sofía;  Pascual, Silverio, lleven estos tamales, pan, chocolate a doña Juana y a doña Chema, a doña Victoria, a doña Cheta, a Socorrito, les advierte, cuando lleguen saluden, nos los vayan a tirar, los chamacos salen como flecha para los domicilios indicados, de regreso traen de igual forma, naranjas, tepache, mandarinas,  pemoles, zacahuil, pan, mole con pollo, entre otros antojitos;  lo anterior es costumbre en la huasteca, también bajo el nombre de los chichiliques;  no es otra cosa que la repartición de la ofrenda.

Dice Cicerón, “La vida de los muertos consiste en hallarse presentes en el espíritu de los vivos”.

POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ

 

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