Política y diplomacia sostenible

Las guerras ya no son lo que eran

El fanatismo religioso es una de las raíces de la violencia que azota a la región desde hace cientos de años

Las guerras ya no son lo que eran
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El eterno conflicto entre israelíes y palestinos entró en una nueva fase. El pasado 7 de octubre Hamas lanzó un ataque terrorista contra Israel cometiendo atrocidades indecibles contra la población civil y asesinando a cientos de víctimas inocentes. En respuesta, ejerciendo su derecho a la legítima defensa, Israel ha realizado en Gaza bombardeos indiscriminados, y esta semana se lanzará por tierra en busca de los responsables, y liberar a los rehenes. Perecerán miles de vidas inocentes. 

Las Naciones Unidas y el resto del mundo observan inermes, incapaces de impedir que escalen las hostilidades. Todos los espacios para un diálogo, una mediación, una conciliación, están completamente cerrados. Una vez más, se han impuesto los extremistas en ambas partes, los archienemigos del establecimiento en la zona de dos estados, uno palestino y otro israelí, como lo estableció el Consejo de Seguridad de la ONU desde 1967, hace cincuentaiseis años.

El conflicto armado entre Hamas e Israel no es una guerra convencional entre dos ejércitos regulares. Israel cuenta con fuerzas armadas altamente entrenadas y equipadas, con una capacidad de fuego infinitamente superior a la de su oponente. A los palestinos se les ha negado el derecho a tener su propio estado. Hamas no es un ejército regular que los represente. Es un grupo armado radical que gobierna la franja de Gaza (40 kilómetros de larga y 11 de ancha), en la que penosamente sobreviven dos millones y medio de palestinos. 

Este conflicto, en que se enfrentan un ejército regular con un grupo armado irregular que se esconde entre la población, no son una novedad histórica. Menos en esa atribulada región del planeta en la que nacieron tres grandes religiones monoteístas mutuamente excluyentes -judaísmo, cristianismo e islamismo-. El fanatismo religioso es una de las raíces de la violencia que azota a la región desde hace cientos de años.

En las últimas dos décadas se han incrementado gradualmente los conflictos armados en varias regiones del planeta. De acuerdo con el Instituto Internacional para la Investigación de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), actualmente tienen lugar 56 conflictos armados. Con excepción de la invasión de Rusia a Ucrania, se trata de enfrentamientos entre ejércitos regulares y grupos armados no estatales. Son conflictos que tienen lugar dentro del territorio de un estado, aunque en algunos casos pueden extenderse al territorio de un país vecino. No son conflictos entre dos estados, como los que previeron los autores de la Carta de la ONU. https://www.sipri.org/sites/default/files/2023-09/yb23_summary_es.pdf 

Estos conflictos tienen origen en reivindicaciones étnicas, raciales, religiosas, culturales o territoriales. Pero el centro de la disputa es el control de recursos naturales vitales: aguas, tierras, bosques o ganado. O bien, de lugares que se consideran sagrados. Gobiernos o grupos étnicos mayoritarios que excluyen a otro grupo de la población, más débil o minoritario, de los beneficios de esos recursos, o el acceso a esos lugares. Los efectos del cambio climático, como sequías prolongadas e inundaciones catastróficas, tienden a agravar esos conflictos. Además, provocan poblaciones desplazadas, refugiadas, y olas de migrantes pobres y desesperadas.  

Otros conflictos los originan las bandas del crimen organizado, quienes buscan controlar las zonas donde operan para realizar sus actividades ilegales, como narcotráfico, trata de personas, secuestros, extorsiones, o el control de productos de consumos esencial. 

En cualquier caso, los que se multiplican son los estados fallidos o disfuncionales. Estados que han perdido soberanía territorial y el monopolio de la violencia legítima. Se ven impotentes frente a grupos armados irregulares, e incluso para prevenir la “violencia privada”. En 2017, en todo el mundo murieron 477 mil personas en homicidios a mano armada, frente a 157 mil en todos los conflictos armados. https://www.unodc.org/documents/ropan/2021/HOMICIOS_EN_ESPANOL.pdf 

En suma, las guerras convencionales van a la baja. En los próximos años veremos muchas tensiones geopolíticas, más conflictos armados internos o regionales, pero no guerras totales como las del siglo XX. La competencia hegemónica es económica, tecnológica, estratégica, con expresiones militares y mayor gasto armamentista, pero sin voluntad de las partes para arriesgar una mutua destrucción.

Para la ONU y otras agencias internacionales el reto es enorme. Se trata de cómo reinventarse para ser más efectivas en la prevención de las guerras no tradicionales, pero, sobre todo ¿cómo prevenir que surjan más estados disfuncionales?

Para México, las consecuencias de estas tendencias internacionales son de alto riesgo. El estado tiene que combatir al crimen organizado mediante una amplia presencia institucional en todo el territorio, y no sólo de las fuerzas de seguridad. Tiene que recuperar la soberanía y el monopolio de la violencia legítima. No debe descartarse, a priori, el peligro de alianzas entre grupos terroristas con bandas del crimen organizado. También tenemos que cuidar mejor nuestras fronteras. La vecindad con nuestro vecino del norte hace muy apetitosa nuestra ubicación. 

POR: MIGUEL RUIZ CABAÑAS

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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