Cuerpo y Alma

Tías y tamales

El problema es que en el fondo de la broma se encuentra una crítica a la posibilidad que hoy tenemos las mujeres para ejercer nuestros derechos en libertad y decidir el uso de nuestro tiempo

Tías y tamales
María Elena Esparza Guevara / Cuerpo y Alma / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

En la rosca de reyes de este año no sólo salieron niños, también había gato encerrado. Ni siquiera habíamos terminado de comer nuestra rebanada cuando ya era viral un meme que alertaba: “Se viene una generación de tías que no saben hacer tamales”. 

Esta tradición, producto del sincretismo cultural entre evangelizadores e indígenas, tiene gran poder simbólico y espiritual: el bebé entre la masa evoca cuando María y José escondieron a Jesús de la amenaza de Herodes, la rosca es ovalada en representación del amor infinito de Dios y las frutas que la decoran son las distracciones mundanas que nos alejan de él.

Se sabe que también es tradición mexicana el gusto por la fiesta, así que con los siglos el convivio para partir la rosca se convirtió en precuela de un siguiente encuentro: La Candelaria. Y ahí es cuando llegan los tamales —alimento que los mexicas ofrendaban a inicios de febrero a Quetzalcóatl, Tláloc y Chalchiuhtlicue— que deben ser preparados por quienes hayan encontrado al mal llamado “muñeco”. 

Esa tarea de apadrinar puede tocarle de manera indistinta a hombres y mujeres en el momento, pero como ninguna actividad se escapa a los roles y estereotipos de género, hoy tenemos hasta en la sopa el meme de las tías tamaleras. Primero, aclaro, soy tía de una fantástica niña de 7 años y me encantaría, sí, saber hacerle tamales porque cocinar es una actividad elegida. La disfruto y me inspira. Pero, además, porque mi mamá hace unos deliciosos cuya receta heredó de mi abuela y estoy convencida de que nuestras genealogías feministas pasan también por los sazones.

¡Pero! El problema es que en el fondo de la broma se encuentra una crítica a la posibilidad que hoy tenemos las mujeres para ejercer nuestros derechos en libertad y decidir el uso de nuestro tiempo. Y para el machismo eso es tremendamente peligroso; en respuesta, recurre a la misma confrontación dual en la que caen Shakira y Bizarrap cuando cantan que “las mujeres no lloran, facturan”.

Quizá lo más transgresor en estos tiempos es afirmar que se viene una generación que se asume más allá de opuestos en guerra. Ni entre sexos, ni frente a nosotras mismas: podemos hacer tamales o nunca cocinar, llorar cuando sentimos la necesidad y facturar sin dejar de exigir el fin a las brechas de género. Gato encerrado o elefante en la sala: una idea de conversación por si quieres animar la mesa este 2 de febrero.

POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
 @MAELENAESPARZA

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