Amanecía ya —un “rojo amanecer”, describiría el emecista Salomón Chertorivski— cuando el diputado Carlos Alberto Manzo, desde la tribuna de San Lázaro, alzó la voz por última vez en nombre de Morena: “¡Memoria!”, demandó.
Memoria, memoria… Los “oráculos del desastre” no tienen memoria. O quizás sí, pero “lo que les sobra es cinismo”, diría el tabasqueño Mario Llergo en aquella larga y dolorosa jornada donde los del partido en el poder y sus aliados se removían furiosos en sus curules, ante la exhibida que les ponían los del PAN y de Movimiento Ciudadano (MC).
La pauta para la defensa de esa iniciativa llevada al pleno en el primer día de trabajo del segundo año de la LXV legislatura —sin darle lectura, sin pasar por comisiones, sin estar agendada— la dio Gerardo Fernández Noroña desde su primera intervención. Para empezar, defendió el albazo —cosa que hicieron por igual panistas y priistas en su momento, con reformas importantes como la Educativa y la Energética— recordando este refrán: “A puñaladas iguales, llorar es cobardía”.
Luego mostró la línea de “fondo” con la que defenderían la incorporación de lleno de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional: “Fueron ustedes los que militarizaron al país y los que en alianza con el narco siguen incendiando al país… ¡Hipócritas y mil veces hipócritas, es lo que son!”.
Sin embargo, nada de eso logró contrarrestar los argumentos de la oposición. O más bien, la forma como exhibieron —con carteles y voces de sus propios correligionarios, comenzando por el presidente Andrés Manuel López Obrador— la incongruencia y el cambio de posición de ellos mismos frente a la “militarización” y, en concreto, al traslado de la Guardia Nacional a la Sedena.
La escena de la bancada panista arriba en la tribuna, alzando carteles en los que se leían tuits —de años pasados— de AMLO, de Citlalli Hernández, Manuel Bartlett, Delfina Gómez, Tatiana Clouthier, Alfonso Durazo, Aleida Alavéz y muchos más contra la militarización, fue apabullante. Van un par de ejemplos:
El de López Obrador: “Es perverso que los potentados utilicen al Ejército para enfrentar el problema de la inseguridad”. El de Citlalli, secretaria general de Morena: “Si AMLO fuera Presidente retiraría al Ejército en seis meses de la calle. PRI y PAN se oponen. ¿En qué país vivimos?” Y ya ni hablar del momento en que la del blanquiazul Paulina Rubio puso al micrófono la voz de AMLO: “Desde México para el mundo. Sostenemos: democracia sí, militarismo no”. Fue tal es escándalo que armó —los morenistas gritaban a todo pulmón “¡Es un honor estar con Obrador!”— que se suspendió la sesión media hora. 139 reservas, 71 oradores. Sin embargo, la oposición estuvo representada esencialmente por el PAN y el MC. El PRI no presentó ninguna reserva y salió con una iniciativa propia. Votó, eso sí, en contra de la reforma, pero provocó suspicacia su actitud.
Notorio que no hubo grandes desfiguros —ni de un lado ni del otro— durante las 12 horas de la discusión. Varias cosas abonaron a ello. Por un lado, una buena conducción de Santiago Creel desde la Mesa Directiva; pero sobre todo, la claridad en la oposición de que estas reformas no serán avaladas por la SCJN.
De ahí que una y otra vez repitieran los naranjas y los azules: “Nos vemos en la Corte”. Y que Humberto Aguilar Coronado cerrara el debate con esta expresión: “Quiero ver qué cara ponen cuando (la SCJN) defina la inconstitucionalidad de esta reforma”.
Fue una larga noche. Un debate mediano, reiterativo, necio, manipulador, sin diálogo. Y, sobre todo, una iniciativa que nadie hubiera querido realmente discutir. Triste, la verdad, para unos y otros.
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POR MARTHA ANAYA
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