COLUMNA INVITADA

La batalla por la educación en México

La educación siempre ha sido a la vez un asunto técnico y uno político

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La educación siempre ha sido a la vez un asunto técnico y uno político. Porque si bien tiene un componente científico (las matemáticas, la química), también posee una dimensión ideológica. Moldea –o al menos intenta– nuestras identidades y lealtades: quiénes son los héroes y los villanos de la historia; lo correcto e incorrecto socialmente, lo moral o inmoral.

Desde que el Estado-nación empezó a controlar la educación, todos los países la han usado para imprimir una cierta visión del mundo. A veces esto ha generado resultados positivos. Por ejemplo, en La politización del niño mexicano, Rafael Segovia explica el papel de la historia patria como factor de cohesión social. Otras veces ha dado lugar a polémicas y desacuerdos, como la inclusión de temas sobre educación sexual en la currícula.

Pese a todo, en México la educación logró implantarse como proyecto de Estado, más o menos independiente a los vaivenes políticos. Desde el profiriato, pasando por la Revolución, el priismo y la transición, personajes como Vasconcelos, Bassols, Reyes Heroles o Lujambio, mantuvieron un enfoque científico, el impulso a la técnica, la creación de instituciones como la UNAM, el IPN, el Colmex, el CIDE, el Conacyt y sus Centros Públicos de Investigación.

En particular, la educación básica fue uno de los grandes logros del “milagro mexicano”: las escuelas públicas se extendieron desde las urbes hasta los pueblos más inhóspitos; en 1970 el analfabetismo era de más de 25%, hacia 2018 menos del 5%. Esto contribuyó a la movilidad social, crear una clase media robusta y el cambio democrático.

Pero llegó el lopezobradorismo: eliminó las escuelas de tiempo completo; canceló la reforma de 2013, que exigía evaluación a los profesores en beneficio de los estudiantes; resucitó y devolvió el poder a la CNTE, una organización cuasi-criminal, que pasa más tiempo ejerciendo violencia y chantajeando que enseñando en los salones.

Ahora, impone una reforma educativa (https://bit.ly/3PShziA), un bodrio conceptual que navega entre nociones marxistas y espiritualidad New Age. Es un revoltijo que censura el mérito y las evaluaciones; pretende cancelar los grados escolares; condena la ciencia como un invento“neoliberal” y el conocimiento como una opresión “occidental”.

En cambio, promueve los “saberes” junto a un enfoque “comunitario” y “decolonial”, aunque no hay diagnóstico ni evidencia de que el pretendido esquema haya funcionando alguna vez en alguna parte, sino coraznadas ideológicas. Y por si no podía ser peor, el presupuesto para educación es el más bajo en una década. Como dijo lapidariamente Jesús Silva–Herzog, “La escuela del régimen, como el régimen mismo, conoce lo que detesta, pero no sabe lo que quiere”.

Frente al rezago por la pandemia, que exige retomar el tiempo perdido, y ante el avance de una sociedad del conocimiento que demanda personas con habilidades científicas; mientras el mundo necesita programadores, el lopezobradorismo quiere regresar a la cultura del trapiche. A la resignación de “somos pobres, pero honrados” ahora le suman el “somos ignorantes, pero decolonizados y vibramos alto”.

Pero quienes queremos un mejor presente y futuro para nuestra niñez; quienes queremos que tengan mejores oportunidades para desarrollarse y realizarse, no podemos tirar la toalla. Los maestros comprometidos, las organizaciones que trabajan en el sector y sobre todo, las madres y padres de familia, deben dar todo en esta batalla por la educación.

Guillermo Lerdo de Tejada Servitje

(@GuillermoLerdo)

www.sep.gob.mx

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