LA NUEVA ANORMALIDAD

¿Cuándo se acaba la pandemia? (¿O ya se acabó?)

Mexicano y cuarentón, nunca tuve ocasión de coexistir con brote alguno de malaria pero sí he podido rastrear de manera empírica la evolución social y cultural del VIH / SIDA en mi entorno

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace días alguien me invitó a responder dos preguntas: 1) ¿Por qué te importa que se acabe la pandemia?, y 2) ¿Crees que ya se acaba? Me declaré incapaz.

De entrada, porque al hablar de “la pandemia” se sobreentiende que la referencia es a la de SARS-CoV2 –que, en el imaginario público occidental, parece tener el monopolio de la categoría hace dos años– pero lo cierto es que ésa no es la única que nos asuela hoy: el VIH / SIDA es otra –se ajusta a la definición de una enfermedad infecciosa que se ha propagado a escala global y que afecta a gran número de individuos– y, de hecho, lo mismo la malaria, aún si ya erradicada en el hemisferio norte.

Mexicano y cuarentón, nunca tuve ocasión de coexistir con brote alguno de malaria pero sí he podido rastrear de manera empírica la evolución social y cultural del VIH / SIDA en mi entorno. Es recuerdo de infancia el tiempo en que no nos animábamos a compartir vasos o cubiertos por temor a un contagio por saliva que se reveló absurdo. Era demasiado joven entonces para desarrollar una paranoia concomitante respecto a la sexualidad –aun si, niño, leí sobre el temor infundado a que la actriz Linda Evans hubiera sucumbido tras besar en un capítulo de Dinastía a un Rock Hudson que todavía no hacía público su diagnóstico– pero también es cierto que el espectro del contagio mortífero normó mi educación sexual y sanitaria: vi a los suficientes amigos morir de SIDA como para, en mi juventud, asegurarme de llevar siempre condones, practicar una razonable monogamia serial –que con el emparejamiento se convirtió en una feliz y estricta– y, en otro terreno, vigilar que las jeringas empleadas en mi persona sean siempre nuevas y desechables. Hoy estos valores son si no universales sí hegemónicos; junto con los avances médicos y farmacológicos, nos han ayudado a coexistir con esa pandemia… aún si no a erradicarla.

Lo mismo con el Covid19. Shangai acaba de decretar un nuevo confinamiento, y la situación en sitios como Hong Kong, Rusia y Pakistán no es mejor. En México la virulencia ha bajado pero los casos nuevos siguen contándose por miles y los muertos por cientos. Con tres vacunas, mi esposa y yo nos contagiamos en enero sin mayor consecuencia… pero mi madre, en idénticas circunstancias, sigue padeciendo las secuelas.

Los ilusos quieren imaginar un fin “oficial” de esta pandemia, al estilo de ese 14 de agosto en que, tras la rendición japonesa, la gente salió a festejar a Times Square el término de la Segunda Guerra Mundial. Mientras trabajo a distancia con cubrebocas en la terraza de un restaurante rodeado de edificios con oficinas en renta, me digo que difícilmente viviremos esa escena.

La pandemia tendrá un fin eliotanio: no con una explosión sino con un murmullo. Sin que nos percatáramos, la vida cambió ya.

POR NICOLÁS ALVARADO

IG: @nicolasalvaradolector