MALOS MODOS

Adiós a Bruce Willis

A esa familia pertenece Bruce Willis, el hombre que acaba de anunciar su retiro a los 67, apaleado por una condición implacable, tal vez más para un actor, que es la afasia, destructora de la memoria y del habla

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¿Qué sería de Hollywood sin la inexpresividad? La gran industria nos recuerda una y otra vez que puedes construir películas magníficas alrededor de un sujeto malencarado y casi inexpresivo, siempre que tenga ciertas virtudes compensatorias, destacadamente la capacidad para decirnos mucho con recursos mínimos: las cejas, en el caso de Clint Eastwood; la entrañable auto ironía robotizada de Schwarzenegger o Stallone; o, para ir a los clásicos-clásicos, el hieratismo mamón de John Wayne.

A esa familia pertenece Bruce Willis, el hombre que acaba de anunciar su retiro a los 67, apaleado por una condición implacable, tal vez más para un actor, que es la afasia, destructora de la memoria y del habla. ¿Qué deja atrás el gran Bruce? En los últimos años, la evidencia de que, a veces, el trabajo constante es una ruta directa al olvido. En franca decadencia, ha poblado las plataformas con muchas pelis –más de 20– de presupuestos moderados, siempre de acción, en las que actúa poco y cobra mucho menos de lo que acostumbraba, pero cobra bien.

Vaya, que se ha visto condenado a la versión contemporánea de la serie B. Antes, sin embargo, hizo olvidar algunos costosos fracasos (“La hoguera de las vanidades”, “El halcón está suelto”) con tremendos golpes de taquilla, como “Armaguedón”, y sobre todo con peliculones que se cuentan entre lo mejor de los áridos 90. Ahí están “Doce monos”, “El quinto elemento”, “El sexto sentido” y “Pulp Fiction”, donde Tarantino lo sacó de un bache al convertirlo en el boxeador corrupto que empuña una espada de samurai. Súmenle sus coqueteos con el humor, como en “La muerte le sienta bien”; un par de hallazgos involuntarios ya en el siglo XXI, como “RED” y sobre todo como la saga de “Los indestructibles”, donde lo rodean justamente Stallone, Arnold y otros rudos en condición de senectud; y la tele, claro: “Luz de luna”, que lo hizo famoso, y sus apariciones en “Friends”.

Más que nada, súmenle “Duro de matar”. 

Otro requisito para triunfar en Hollywood sin mover un músculo de la cara es simpatizar con la derecha dura. Así John Wayne, así Eastwood, así Schwarzenegger y así Willis, que, como ninguno, ha demostrado que los buenos chicos republicanos pueden ser muy malos: sudorosos, mordaces, tabaco en los labios, los pies descalzos y en piel viva, ya saben…

¿A qué le debe esa carrera notable y abundante, con una filmografía que le pega a las 100 películas? A un rango interpretativo probablemente un poco más amplio que el de sus colegas y sobre todo, creo, a su aportación más relevante al universo de los “tough gays”: la sonrisa, esa sonrisa irónica que matiza su inexpresividad y nos dice, con muda potencia filosófica, que las cosas pueden arreglarse, pero en realidad nunca van a estar bien. Que el antihéroe está condenado a regresar y poner orden.

Ojalá.

Hasta pronto, maestro.

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09

MAAZ