HE DEDICADO MIS MÁS RECIENTES COLABORACIONES NO SÓLO A MANIFESTAR MI PREOCUPACIÓN POR LA CRUENTA E INJUSTIFICADA INVASIÓN RUSA A UCRANIA SINO A INTENTAR TRANSMITIR QUE LO QUE AHÍ SUCEDE TRASCIENDE INCLUSO LA INJURIANTE TRAGEDIA HUMANA. "ALZAR HOY LA VOZ POR UCRANIA", DECÍA YO EN MI VIDEOCOLUMNA PUBLICADA LA SEMANA PASADA EN LAS REDES SOCIALES DE EL HERALDO, "ES ALZAR LA VOZ POR UNA IDEA DE MUNDO QUE PROMUEVE LAS LIBERTADES CIUDADANAS Y LA INTEGRACIÓN ÉTNICA, CULTURAL Y LINGÜÍSTICA CONTRA UNA QUE ASFIXIA LA DIVERSIDAD Y VIOLA LOS DERECHOS HUMANOS, SILENCIA EL DISENSO. ALZAR LA VOZ POR UCRANIA ES ALZAR LA VOZ POR LA DEMOCRACIA -POR FALIBLE Y FALLIDA QUE RESULTE- CONTRA EL AUTORITARISMO".
Creo, pues, que asumir en este conflicto una clara postura pro ucraniana –como es, sin ambages, la mía– equivale a refrendar en público un compromiso con un modelo social que protege las libertades y que, en razón de ello, permite la coexistencia armoniosa de los distintos.
Vale la pena recordarlo hoy a la luz de un hecho que pone a prueba esas creencias: la rescisión del contrato de la soprano rusa Anna Netrebko por parte de la Metropolitan Opera House neoyorquina a la luz de su negativa a manifestarse de manera pública contra el presidente de su país, Vladimir Putin. “Anna es una de las más grandes cantantes en la historia del Met”, declararía su gerente general, Peter Gelb. “Pero cuando Putin está matando víctimas inocentes en Ucrania no hay modo posible de avanzar [con ella]”.
A lo largo de su carrera, Netrebko ha sido partidaria abierta de Putin: ha donado dinero a teatros en territorios ucranianos ocupados por Rusia y se ha dejado fotografiar enarbolando banderas de grupos separatistas patrocinados por su país. También es cierto, sin embargo, que hace unos días publicó en su Instagram la siguiente declaración: “Soy rusa y amo a mi país. Pero tengo muchos amigos en Ucrania, y el dolor y el sufrimiento me parten el corazón. Quiero que termine esta guerra y que la gente pueda vivir en paz”.
Ese par de frases no bastan para convencer de su distanciamiento de Putin: las ideas políticas de Netrebko son cuestionables para cualquier demócrata. Sin embargo, en democracia, bien haríamos en valorarla por lo que importa en ella –su enorme talento interpretativo– y, mientras no incurra en arengas belicistas –cosa que no ha hecho, y que difícilmente podría hacer bajo los aparejos de Tosca, Violetta o Lucia–, respetar su derecho a disentir, tan digno de protección como el de cualquiera en una sociedad libre y democrática.
Ante la subsiguiente lluvia de cancelaciones de otros teatros en Occidente, Anna Netrebko ha anunciado su retiro, cuando menos temporal. Con él no sólo se ve silenciada una gran voz; más grave, queda acallado el sonido por fuerza coral del disenso democrático.
POR NICOLÁS ALVARADO
IG @nicolasalvaradolector
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