POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

¿Qué haría Adolfo López Mateos?

En el momento más delicado de la guerra fría, López Mateos no dudó dónde estaba el interés de México. Por ese tipo de decisiones, Don Adolfo sigue siendo recordado como el gran estadista que fue

OPINIÓN

·
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En momentos de gran tensión nacional o internacional, como sucede actualmente por la invasión rusa de Ucrania, siempre es útil revisar los libros de historia. Aunque en estricto sentido ésta nunca se repite, cuando revisamos el pasado en forma cuidadosa, desprendemos lecciones importantes. La historia es la gran maestra de la vida de las personas y de las naciones. Así lo comprendieron grandes pensadores políticos, y líderes que moldearon los acontecimientos que les tocó enfrentar. Recurrieron a la historia para iluminar sus propias circunstancias. Vienen a la memoria, entre muchos otros, personajes tan diversos y de épocas tan distintas como Tucídides, Maquiavelo o Churchill.

Esos tres personajes escribieron obras inmortales basadas en su estudio de la historia. Tucídides se propuso estudiar la guerra entre Atenas y Esparta, y de su análisis formuló observaciones trascendentales hasta el día de hoy, como los dilemas que se presentan cuando ocurren las transiciones hegemónicas. Maquiavelo analizó la historia de Roma para fundamentar sus análisis de la Italia renacentista, y formular leyes del comportamiento político. Churchill analizó la guerra entre Francia y sus vecinos en el siglo XVII, en que uno de sus ancestros fue el estratega, para decidir que el Reino Unido debía promover una coalición similar para enfrentar a Hitler.

Hay que revisar la historia para imaginar la forma en que puede finalizar la invasión rusa de Ucrania. A un mes de iniciada, surgen algunas observaciones. La primera, que Putin debe estar muy sorprendido. Quizá pensó que el Ejército ucraniano no ofrecería una resistencia significativa, y que en unos cuantos días se apoderaría de todo el territorio de Ucrania, incluyendo a la capital, Kyev, y la guerra no duraría mucho. No ha sido así. Quizá Putin ha logrado unir más que nunca a los ucranianos, y no se ve que el gobierno de Zelenski esté a punto de rendirse, o que pueda surgir un grupo de ucranianos dispuestos a colaborar con Putin.

La segunda es que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN muestran más cohesión de lo que se hubiera esperado. Cuando Rusia se apropió de Crimea en 2014, prácticamente no hicieron nada. Hoy, es evidente que no piensan enfrentar directamente a Rusia en el campo de batalla pero, además de las sanciones económicas a ese país, están aumentando su ayuda militar y financiera al gobierno ucraniano, y tomando decisiones para depender menos del petróleo y gas ruso. Parecen confiados de que las sanciones y apoyo económico a Ucrania le impondrán un costo tan alto, que quizá Rusia decida negociar el fin del conflicto.

La tercera observación es que China se está reposicionando a nivel global. Xi Jinping muestra que es su país, no Rusia, el socio importante (senior partner) en su alianza con Putin y, al mismo tiempo, manda el mensaje a Biden de que China considera que los días de la hegemonía estadounidense en el mundo están llegando a su fin. Xi Jinping continúa respaldando a Putin y, al no plegarse a las sanciones contra Rusia, le ayuda a sobrellevar la crisis.

Como ningún otro líder mundial, Xi Jinping puede influir en Putin para que se declare vencedor, que afirme que ya ha logrado sus objetivos, repliegue a sus tropas a la región de Dunbas, e inicie un proceso de negociación con Ucrania. Algo parecido a lo que hizo la propia China en 1979, cuando invadió territorio de Viet Nam “para darle una lección”. A Xi Jinping le debe preocupar la continuación indefinida de la invasión, el hecho de que hasta ahora Rusia no ha logrado imponerse y que su mayor socio comercial, la Unión Europea, se muestre más cercana y colaboradora con Estados Unidos. Le deben preocupar también las repercusiones del conflicto en Asia, donde Japón y Corea del Sur están ahora más cerca de las posiciones de Biden.

En cuanto a México, sus posiciones en las Naciones Unidas han sido impecables. Los discursos, propuestas y votos del Embajador Juan Ramón De la Fuente en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General condenando sin ambigüedades la invasión rusa de Ucrania, exigiendo el fin de las hostilidades, y la salida de las tropas rusas del territorio ucraniano, son una postura digna, sólida, y la que se espera de un país que ha hecho del respeto al derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas su principal defensa en el ámbito global. La resolución presentada por Francia y México para promover asistencia humanitaria a la población civil ucraniana y el respeto al derecho internacional humanitario, aprobada por una inmensa mayoría de los miembros de la Asamblea General, es digna de encomio

Por eso mismo, resulta incomprensible la decisión de algunos diputados de instalar, en este momento de enorme tensión internacional, el Grupo de Amistad México-Rusia. El mensaje que se envió al mundo de cercanía con Putin contradice la posición mexicana en las Naciones Unidas. Es un gesto político sumamente costoso, que confunde sobre cuál es la verdadera posición de nuestro país en este conflicto. Lamentablemente, al día siguiente encontró una dura respuesta del Embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, y del Jefe del Comando Norte, General VanHerck, quien declaró que el mayor número de espías rusos en el mundo está instalado en nuestro país.

Este desafortunado intercambio me recordó otro episodio histórico relevante. En octubre de 1962, Estados Unidos descubrió que la Unión Soviética había instalado misiles nucleares en el territorio de Cuba, y respondió con un bloqueo naval de la isla. Ante la posibilidad de que tuviera lugar una confrontación nuclear directa entre las dos superpotencias, el mundo entero vivió una enorme tensión durante trece días.

La crisis se resolvió cuando el líder soviético, Nikita Krushev, aceptó retirar sus misiles de Cuba, a cambio de que Estados Unidos hiciera lo mismo con sus misiles nucleares en Turquía, y la promesa estadounidense de que respetaría la soberanía de Cuba y no invadiría jamás su territorio. Con ese compromiso, Krushev y Kennedy lograron sortear la crisis más grave surgida durante el periodo de la Guerra Fría.

En aquella crisis, el Presidente Adolfo López Mateos, quien había mantenido una posición de comprensión y hasta de simpatía con la revolución cubana en sus primeros años, no tuvo dudas de en dónde residía el interés nacional, rechazó la instalación de misiles nucleares en Cuba, y manifestó su apoyo al gobierno estadounidense. Su gobierno siguió manteniendo su respaldo al derecho a la libre determinación del pueblo cubano, e incluso dos años más tarde se reusaría a romper relaciones diplomáticas con el gobierno de ese país, como hicieron todos los países latinoamericanos. Pero en el momento más delicado de la guerra fría, López Mateos no dudó dónde estaba el interés de México. Por ese tipo de decisiones, Don Adolfo sigue siendo recordado como el gran estadista que fue.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS
PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX
@MIGUELRCABANAS

CAR