Estamos tan rotos como sociedad que ya no encontramos ningún punto de coincidencia, ni siquiera cuando se trata de condenar el atentado contra la vida de un ser humano. Lo que está pasando con Ciro Gómez Leyva debería llevarnos a una reflexión profunda de la situación actual de nuestro país; México está completamente dividido por causa de las ideologías políticas.
Intentaron asesinar a Gómez Leyva. Hay múltiples evidencias que lo prueban, las balas en su camioneta, los videos de los agresores y el testimonio de la víctima, pero ni eso ha sido suficiente para lograr una condena unánime de lo sucedido. Para los obtusos fanáticos, ya sea por convicción o por encargo, esta es una oportunidad más para polarizar a la sociedad a través del odio y el rencor.
En lugar de condenar el intento de asesinato de un ser humano y de pedir a las autoridades el esclarecimiento del crimen, han optado por tratar de desviar la conversación pública hacia dos aspectos; la posibilidad de un auto atentado y el uso de una camioneta blindada por parte del periodista. Lo peor es que su intento, aunque vulgar y burdo, encuentra caminos cimentados en una sociedad confrontada.
Si fue un auto atentado, toca a las autoridades probarlo más allá de cualquier duda, en cuyo caso la sanción para el periodista tendría que ser ejemplar, pero mientras esto no sea probado, el intento de minimizar el crimen, replicando está “teoría”, sólo exhibe la poca calidad moral de los conspiracionistas. La defensa de la vida humana es el valor más importante que como sociedad deberíamos de compartir.
Si Ciro Gómez Leyva usa una camioneta blindada, no debe de ser tema de suspicacias, el trabajo de alguien que hace reportajes sobre el crimen organizado lo amerita de sobra. Si sus detractores apreciaran la vida humana, más allá de las diferencias ideológicas, el hecho de que siga vivo gracias al blindaje de su camioneta, sería motivo de regocijo.
El periodista ha sido señalado en múltiples ocasiones como un integrante de la derecha, como una pluma al servicio del poder en otros sexenios, como alguien propenso a recibir “chayote” sin ningún pudor. Lo más grave es que muchas de estas acusaciones se han hecho sin pruebas desde el poder público, tal vez por eso, para quienes lo consideran su adversario, su vida valga menos que la de otro mexicano.
Los motivos por los cuales hemos llegado a estos niveles de falta de empatía, tienen su origen en las disputas políticas de los últimos sexenios; pero sus efectos se han acrecentado en los últimos años.
Nos acercamos a un punto sin retorno de consecuencias inimaginables. Si las cosas están mal, se pueden poner peor, sólo hace falta atizar con más de fuerza el fuego de la hoguera. Sería un gran paso que las autoridades dieran con los responsables, en ello y en cómo manejen la información, está la única posibilidad real de acabar con las especulaciones y las suspicacias. Se extrañan los tiempos cuando teníamos la capacidad de condenar los crímenes sin el sesgo del color partidario. ¿Qué nos está pasando? Que ya ni en eso podemos ponernos de acuerdo.
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR
COLABORADOR
@HSERRANOAZAMAR
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