Algunos se asustan, a otros incomoda. Hay quienes, acostumbrados a la corrección política y el cuidado de las “formas” no conciben que haya debate público. No entienden que se critique duro al presidente y que el presidente responda. No consideran positivo que ciudadanos salgan a las calles a manifestar sus ideas y las defiendan desde el espacio público.
En una democracia, en un ambiente de libertades, la participación ciudadana debe ser bienvenida siempre. Marchas y protestas, mítines y manifestaciones nutren la discusión y son síntoma de pluralidad. Escuchar voces distintas en causas distintas, alimenta la construcción de ciudadanía. Las voces únicas, por el contrario, son reflejo de autoritarismo.
En el último mes, dos movimientos diametralmente opuestos tomaron las calles. Ambos, lograron copiosas concentraciones. El primero —dijeron quienes participaron— en defensa del INE. El segundo, en apoyo al presidente López Obrador, en el marco de su cuarto año de gobierno.
Unos y otros, sobra decirlo, tienen el mismo derecho a tomar la calle, caminar, y expresarse. Más, si como ocurrió en ambos casos, las marchas y mítines se desarrollan de manera pacífica. También eso es de celebrarse. En un régimen autoritario, donde se limitaran las libertades, eso sería impensable e imposible. Es, pues, plausible que cada quien pueda salir a defender en lo que crea, como lo crea y cuando quiera hacerlo.
Es natural que unos digan que su marcha fue más potente y concentró a mayor número de personas. También es de esperarse que quienes asistieron a una vean mayor fuerza en la suya y ataquen —y hasta estigmaticen— la otra. Un punto medio no nos vendría mal, para no perder perspectiva y reconocer que en este país hay diversidad de opiniones y voces. Qué bueno.
También sería sano llamar a las cosas por su nombre. La marcha en defensa del INE, bajo la premisa #ElINENoSeToca, fue en realidad un airado reclamo a un gobierno, y fue una protesta contra una persona: el Presidente. Esa fue la causa que movió a decenas de miles —mucho de los cuales no habían asistido a una movilización política antes— a salir a manifestarse. De igual forma, la marcha del pasado domingo, no fue para conmemorar el cuarto año de un gobierno, sino para cerrar filas y mostrar respaldo absoluto— y casi pleitesía- a un hombre: López Obrador. Ambas cosas están bien; caben en el México plural que somos, encajan en lo diversa de nuestra sociedad.
Lo que no es ni constructivo ni sano es que ambos polos no puedan escucharse entre sí, que sus diferencias trasciendan el terreno de la divergencia pública para estacionarse en el pleito personal.
Ojalá superemos eso, a todos conviene y toca. Por supuesto que quien más poder concentra, tiene mayor responsabilidad en zanjar diferencias irreconciliables, y tender puentes de diálogo. Pero el país es uno, lo es antes de este gobierno y lo será cuando termine.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM
@MLOPEZSANMARTIN
MBL