Columna Invitada

La nave de los necios de Alberto Durero y México

El futuro no es patrimonio de un grupo, si no se es incluyente y representa a la mayoría, será su negación

La nave de los necios de Alberto Durero y México
Luis Ignacio Sáinz / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Quien indica un buen camino, pero queda él mismo en el char - co y el cieno, carece de sentido y de sabiduría. Sebastián Brant

A lo largo de su vida y trayectoria, Alberto Durero (1471-1528) ejerció como oficio principal el de grabador, por el que goza de reputación inigualable hasta nuestros días. Destaca por vincular lo bajo con lo alto, la ciencia con el arte, el estudio con la experiencia, lo propio con lo ajeno.

Una de las mejores pruebas de ello reside en su participación en la edición de un volumen que inauguraría en 1494 el género de la sátira moralizante con un toque bufo: Das Narrenschiff (La nave de los locos), poema de Sebastián Brant, impreso por Johann Bergmann von Olpe en Basilea. (Existe versión castellana, Sebastián Brant: La nave de los necios, edición de Antonio Regales Serna, Akal, Madrid, 1998, 343 pp.).

Crítica de la “locura” (insensatez) de sus contemporáneos a través de 112 textos en verso que exponen y denuncian excesos y vicios; cada uno de ellos acompañado por una xilografía, la mayoría de la mano del artista de Núremberg.

El éxito absoluto del libro exigió fuese traducido a muchos idiomas; sobresale la versión en latín de 1498 que ya incorpora el título clásico de Stultifera Navis. Al parecer el correcto sería Navis Stultorum. En cualquier caso, la alusión a “locos” resulta exagerada, pues el autor ridiculiza el comportamiento humano y eso que denominamos “sentido común”, razón por la cual deviene más acertado recurrir a la voz “necios”.

Apenas caducada la Edad Media, Europa ignora el rumbo al que deberá dirigirse. Navío a punto de naufragar en el que sus tripulantes y pasajeros, príncipes y siervos, hombres y mujeres, son motivo de escarnio por el poeta ya de espíritu renacentista, y las imágenes del artista son testimonio puntual de la denuncia. La comunidad que navega no se reconoce como tal, va a la deriva. México hoy se le parece, pues impera el diálogo de sordos y campea la intolerancia. Hemos olvidado lo que es y significa el bien común, el interés general.

El futuro no es patrimonio de un grupo, si no se es incluyente y representa a la mayoría, será más bien su negación, un cataclismo más, como los que poblaron la primera mitad de nuestro siglo XIX. Recordemos que hasta Juárez las rebeliones fueron en desconocimiento de la constitución, y que a partir del patricio de Guelatao las sublevaciones serán en defensa de la ley fundamental. Ahora ya ni eso, incumplir y transgredir el Estado de Derecho es el pan de todos los días. Quienes deben velar por la legalidad son los primeros en pisotearla y desconocerla. Sus críticos tampoco son mejores.

Alberto Durero nunca cesará de aprender y sus estancias venecianas en el obrador de Giovanni Bellini, el cuñado de Mantegna y maestro de Giorgione y Tiziano, serán determinantes en el perfeccionamiento de su lenguaje. ¿Seremos capaces de aprender de la realidad o encallaremos en nuestra nave de los necios? Es tiempo de que rectifiquen tirios y troyanos, por el bien de México.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

PAL

Temas