Además del Covid-19, México padece de otra pandemia: la obesidad y el sobrepeso, particularmente en jóvenes y niños, que provocan una larga lista de enfermedades, como la diabetes y la hipertensión.
Antes se decía que una persona pobre comía frijoles, chiles y tortillas. Ahora podríamos decir que ojalá comiera eso, porque en la segunda década del Siglo XXI, con casi 130 millones de habitantes, sectores importantes de la población basan su alimentación en productos chatarra, con saborizantes, conservadores, grasas saturadas y azúcares. Ni las comunidades rurales se salvan, porque en éstas el consumo de refrescos es enorme. Sacian el hambre, no se nutren. Obviamente la obesidad y el sobrepeso son graves problemas de salud pública, pero estas líneas las dedicaremos a sus consecuencias sociales, económicas y políticas.
El mercado manda. El modo de “vida saludable” se convirtió en una moda, mejor dicho, en una mercancía que genera miles de millones de pesos al año. Las grandes empresas productoras de alimentos procesados se opusieron a los impuestos y restricciones a sus productos, hasta que comprendieron que la producción y venta de “productos saludables” también son un magnifico negocio.
Te puedo vender un refresco, pero también te puedo vender agua, incluso a un precio mayor, cuando el acceso al agua potable es un derecho humano. De todos los productos se puede sacar al mercado una versión ligth, orgánica, libre de azúcar o gluten. Que decir de la oferta culinaria: restaurantes vegetarianos o veganos, que dicen utilizar productos orgánicos, todos a un gran sobreprecio. Una simple prueba de campo: una despensa básica en una tienda o mercado vegano puede llegar a costar hasta cuatro veces más que una despensa de igual calidad nutricional en cualquier tianguis. No sólo compras comida, sino un estilo de vida y tu membresía a una élite.
En los medios de comunicación y las redes sociales, junto a la idealización de narcos y criminales, de la apología de la violencia y de una hipócrita tolerancia a la homosexualidad, se encuentran las mujeres y hombres con cuerpos perfectos, promotoras de una “vida saludable” y un estilo inalcanzable para más de la mitad de la población de nuestro país.
La clase política asimiló la “vida saludable” como un valor de lo correcto y electoralmente útil. No hay campaña que no contenga un apartado al respecto, pero la realidad es que los esfuerzos gubernamentales han sido insuficientes. Campañas como las del IMSS, con su Cartera de Alimentación Correcta y Vida Saludable, deberían correr mejor suerte y tener más apoyo. Sin embargo se pierden en la lluvia de mensajes de influencer y personajes que promocionan productos chatarra o bien a precios fuera del alcance de la inmensa mayoría de la población.
Sin exageraciones, la lucha contra el sobrepeso y la obesidad es tan importante como atender la pandemia de COVID.
La política es de bronce.
POR ONEL ORTIZ FRAGOSO
ANALISTA POLÍTICO Y ASESOR PARLAMENTARIO
@ONELORTIZ
MAAZ