México podría estar por escribir un nuevo capítulo de esa política exterior de mediación a favor de la paz que tanto nos enorgulleció en el pasado.
El hecho de que llegaran el viernes a nuestro país distintos actores venezolanos en disputa —y que México se haya podido ganar la confianza de unos y otros— no es poca cosa.
Probablemente esa confianza se ganó cuando, en octubre de 2020, nuestra diplomacia logró sacar de Venezuela y traer al país a la mano derecha de Juan Guaidó, Roberto Marrero, luego de que España fracasara en su intento.
Ayudó también, naturalmente, que México firmara un compromiso a través del cual no habríamos de ejecutar las órdenes de aprehensión que el gobierno de Maduro giró en contra de diversos opositores.
Al mismo tiempo, la 4T ha logrado mantener un diálogo permanente con Venezuela, sin ser un gobierno filo madurista, como ridículamente lo creen algunos opositores a AMLO. Lo cierto es que pocos países han logrado esa interlocución con ambos bandos.
Lo que vimos en el Museo de Antropología, donde se logró firmar un memorándum de entendimiento para iniciar negociaciones entre el gobierno venezolano y una parte de la oposición, podría ser el resultado exitoso de la política de neutralidad que México adoptó en febrero de 2019.
En su momento, recordémoslo, esa postura fue criticada por gran parte de la oposición, que quería ver a nuestro país alineado al Grupo de Lima y adoptar una postura contraria al régimen chavista. Una posición que no hubiera llevado a nada.
Lo que hemos visto, y hay que reconocerlo, es resultado de la discreta, pero efectiva, capacidad negociadora de Marcelo Ebrard y de Efraín Guadarrama, quien se ha convertido en el funcionario más relevante de Cancillería en lo que tiene que ver con América Latina, especialmente con Celac y Venezuela, donde ha dado buenos resultados.
Ahora, ¿en qué podrán derivar estas negociaciones? Podemos pensar que el gobierno venezolano utilice el proceso para ganar tiempo. Sin duda es un riesgo latente. Sin embargo, los esfuerzos realizados hasta ahora —incluidas las sanciones económicas— tampoco han funcionado. No hay otra alternativa que seguir apostando al diálogo.
En la Cancillería, existe la esperanza de que las cosas sean diferentes. Podrían serlo, particularmente, porque tanto en República Dominicana como en Barbados, EU torpedeó el proceso. Ahora, ya sin Trump, la actitud de Biden frente a Venezuela es más pragmática.
Ebrard, además, planchó previamente el tema con EU, y en su entorno se cree que nuestro principal socio comercial no va a sabotear el proceso de diálogo que tiene lugar en la casa de su vecino.
Resta ver, sin embargo, si realmente el gobierno de Maduro tiene verdadera voluntad negociadora y es capaz de abrirse a la pluralidad.
POR HERNÁN GÓMEZ BRUERA
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