DIPLONOTAS

Fuego en Afganistán

Hoy, 38 millones de afganos carecen de un Estado funcional y se enfrentan a un nuevo conflicto interno

OPINIÓN

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Beata Wojna/ Diplonotas / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Afganistán se encuentra nuevamente al borde de una guerra civil. Ese país, que experimentó la intervención soviética entre 1978-1992 y la presencia estadounidense en los últimos 20 años, no logra transitar hacia una democracia mínimamente estable. Es imposible saber si los destinos de Afganistán habrían sido muy distintos sin el intervencionismo de las grandes potencias. Lo único cierto hoy es que los 38 millones de afganos carecen de un Estado funcional y se enfrentan a un nuevo conflicto interno, resultado de la salida de las tropas estadounidenses y del avance de los talibanes en todo el territorio.

Los afganos encaran un futuro muy trágico: el restablecimiento del Estado islámico, en el que los derechos de los hombres y, especialmente de las mujeres, se limitarían considerablemente. Así lo atestiguamos ya entre 1996-2001 cuando Afganistán fue gobernado por los talibanes.

Más allá de los debates sobre la decisión de retirarse de Afganistán que tomó la administración estadounidense, este caso nos plantea tres puntos importantes. El primero tiene que ver con el futuro de la democracia. Tras la retirada de los estadounidenses resulta patente que los 20 años que permanecieron ahí las fuerzas aliadas, no fueron suficientes para solucionar el conflicto interno existente en Afganistán, ni para impregnar a esa sociedad de una práctica democrática suficiente para evitar la guerra civil ¿Será que hay países donde, por razones varias, la democracia no puede funcionar?

El segundo aspecto crítico tiene que ver con la capacidad de la comunidad internacional para impulsar cambios en los países con problemas de gobernabilidad y derechos humanos. Si bien es cierto que muchos se quejan del intervencionismo estadounidense, también lo es que la retirada de los americanos genera vacíos sumamente difíciles de rellenar. En realidad, prácticamente ninguna organización internacional y ningún otro país tienen recursos para involucrarse en Afganistán. Esta realidad funge como una condena perenne para los afganos.

El tercer aspecto está relacionado con la seguridad. Bajo el régimen talibán, Afganistán se convierte en una bomba de tiempo en potencia. Esto constituye un enorme riesgo para los países vecinos en Asia Central, como Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán; así como para la zona fronteriza con Pakistán, y hasta un pequeño trozo de China. Asimismo, en Europa ya se está hablando sobre una posible oleada de refugiados afganos. Si este riesgo se materializa estaríamos viendo una zona de tamaño considerable en conflicto durante varios años, que además podría fungir como germen para el terrorismo islamista global, dada la relación previa del régimen talibán con ese tipo de movimientos.

En las siguientes semanas sabremos el derrotero de Kabul, la capital afgana. Desafortunadamente, todo indica que en poco tiempo esta ciudad podría ser dominada por los talibanes, abriéndose así un nuevo punto rojo en el mapa global de conflictos.

BEATA WOJNA
PROFESORA DE RELACIONES INTERNACIONALES EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@BEATAWOJNA

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