DE LEYENDA

El vacío

El futbol no es sólo futbol, no es sólo una competencia; es el recordatorio de que vivir sin pasión no es opción

OPINIÓN

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Gustavo Meouchi / De Leyenda / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Creo que nos pasa a muchos, después de un evento como una Eurocopa, un Mundial de Futbol o unos Juegos Olímpicos, nos queda un gran hueco, sentimos por varios días que algo nos falta. Durante los eventos estamos pendientes de la programación, de los horarios, y hay ciertos partidos o competencias que no nos perdemos por nada.

Hoy siento ese vacío; esta Euro 2021 fue muy especial, no sólo por el gran futbol desplegado por la mayoría de las selecciones, también por ese halo que la rodeó desde el impactante suceso en el Dinamarca vs. Finlandia cuando, de súbito, Christian Eriksen se desplomó, infartándose.

Ya hablamos de lo que ocurrió ese día y algunos que le siguieron, pero creo que, durante toda la competición, ese hecho estuvo presente; en las muestras de solidaridad de algunos jugadores que lo evocaron durante el festejo de algún gol, en los homenajes previos a algunos partidos, en las camisetas de varios compañeros de otras selecciones que colocaron su nombre o su número junto al suyo.

Para mí fue un recordatorio de las cosas que de verdad importan en la experiencia humana. Hemos vivido más de un año amenazados por un virus, aislados, adoptando medidas que buscan impedir el contacto entre nosotros y eso no ha borrado nuestra esencia, aún. Los médicos salvaron la vida de Eriksen, ahí, en el césped de un campo de futbol.

En eventos paralelos, vimos la ovación de varios minutos a la investigadora Sarah Gilbert, creadora de la vacuna AztraZeneca, antes del partido entre Djokovic y Draper, en el torneo de Wimbledon. En la Copa de Oro nos horrorizamos cuando, el pasado sábado, presenciamos como El Chucky Lozano salía de la cancha en camilla y con collarín, tras un golpe brutal, y temimos por las consecuencias de ello; hoy todo parece indicar que, con cuidados y precauciones, se restablecerá por completo, aunque no regresará al torneo.

Ese mismo día ya habíamos visto las calcetas ensangrentadas de Gonzalo Montiel, jugador argentino, quien aguantó todo el partido y fue recompensado con la Copa América, junto con el resto de sus compañeros. Todo eso me hace pensar en que somos más fuertes y más capaces de soportar, de expandir nuestros límites, de lo que a veces creemos; me hace tener esperanza en que la humanidad, solidaria y unida, puede salir adelante.

La Eurocopa nos trajo algunas imágenes de estadios llenos, con los cánticos y el colorido de los aficionados, con familias completas gozando del mejor futbol del planeta, con los jugadores dando todo en la cancha, iluminando el césped con jugadas maravillosas, con el llanto por la eliminación o con el júbilo por el triunfo; la pasión que nos han entregado minuto a minuto, los abrazos, los besos, el juego en equipo, la solidaridad y en muchos de los casos, el fair play.

Los comparo con el Maracaná, al 10 por ciento de su capacidad, en donde el eco del estadio, casi vacío, potenciaba los sonidos de la cancha que normalmente estarían ahogados por el griterío y pienso que, pronto, nosotros también llegaremos a ese estado de normalidad.

Y también pienso en lo cerca que estamos, en lo común que tenemos. La alegría de los argentinos es la misma que la de los italianos, al saltar, cantar y bailar y esa es la vida; la misma que llena de frustración y tristeza a ingleses y brasileños cuando ven diluirse el sueño del triunfo.

Neymar y Kane se ven muy diferentes en apariencia, nacieron en partes opuestas del mundo, sus experiencias vitales son distintas, pero sé que sintieron lo mismo al perder, cada uno, su torneo con sus propias selecciones. La vida también está en la tenacidad de los italianos que, pese al gol en contra, no se rindieron y buscaron el empate, sin descanso, y después jugaron con todas sus fuerzas los tiempos extras; que no se achicaron al fallar el primer penal y que terminaron alzando la copa tras una sequía de 50 años, y la humillación que les supuso la eliminación del pasado Mundial.

La misma de Messi, que no se conformó con tenerlo todo y que fue feliz, realmente feliz, cuando ganó el trofeo para su tierra. La vida es la cooperación y la solidaridad que por fin han encontrado los albicelestes. No se escapa a nadie que el gol decisivo de ese encuentro lo metió Di María, que Leo no fue el protagonista que otras veces ha sido, pero que así, construyó todo el torneo y su equipo estuvo ahí, en la final, acompañándolo, respondiéndole, apoyándolo. El futbol es un juego de equipo, de comunidad, y otra vez lo hemos comprobado.

El futbol no es sólo futbol, no es sólo una competencia; es el recordatorio de que vivir sin pasión no es opción, de que hombres y mujeres en todo el mundo aman vivir; llorando o riendo, gritando o cantando; brincando o bailando. Abrazando al esposo, o al hijo, o al amigo, o al desconocido que está al lado. No es solo futbol, es una fiesta, a la que todos estamos invitados; una fiesta de colores y sabores diferentes, pero todos ellos llenos de ilusión y fantasía.

Gracias al futbol, gracias por darnos ese mensaje tan importante, que vivir es un privilegio, que no importa quien gane o quien pierda, si hay pandemia o no, que lo importante es que, a través de él, millones de personas nos unimos en una fiesta, en un mismo escenario, a disfrutar y sentir con el corazón lo que un pequeño objeto esférico y 22 jugadores nos pueden regalar.

POR GUSTAVO MEOUCHI
COLABORADOR
@GMOSHY67

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