MOLTI DIVERSI

El orgullo de ser diferentes

Hoy en día, en la diferencia encontramos el valor y la autenticidad. Ya no hay nada normal o anormal, existen mundos diversos y todos naturales

OPINIÓN

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María del Mar Barrientos / Molti Diversi/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

En épocas anteriores, el ser “diferente” era casi un pecado, un delito o un acto digno de reprocharse, sin embargo, ahora el mundo nos ha enseñado que es todo lo contrario. El ser diferentes es absolutamente necesario para sobresalir. 

Con esta columna, titulada “El orgullo de ser diferentes”, no sólo me refiero a la comunidad LGBT, sino a cualquier persona que haya encontrado en su diferencia un valor único que le da la virtud de la autenticidad. Es como si ser únicos y diferentes nos enriqueciera y todo lo demás nos quitara valor. 

Cómo han cambiado los tiempos, ¿no? Pensar que antes,había una especie de manual (que muchos siguen con fervor), en el que se dictaba exactamente qué hacer. Cómo comportarte, qué estudiar, cómo vestirte, qué decir, qué opinar, con quién casarte y qué camino tomar, según lo que se debía de hacer.

Y aunque no todo ha cambiado, sí estamos viendo indicios de un mundo diferente, en el que nada está bien o mal, y en el que todo es posible. No me quiero imaginar si hoy en día aún se sufre de ciertas presiones sociales por diversas situaciones, lo que han de haber vivido nuestros antecesores al no poder hacer, simplemente, lo que les diera la gana. 

La actriz Rosy de Palma decía para una publicación española que nada es normal o anormal, sino que existen infinitas opciones y todas naturales. 

Con las diferencias me refiero no sólo a las preferencias sexuales, sino a aquellos que no han seguido lo que les decían sus padres, los que no siguieron lo que dictaba la sociedad, los que no se dedicaron a una de las llamadas “carreras serias”, los que se desviaron del “camino correcto”. O por lo menos eso se pensaba.

El discurso está en proceso de ser modificado, y la sociedad también, porque si algo nos ha enseñado esta pandemia eterna es que hay que ser mucho más empáticos con los demás, entender más, y juzgar menos, amar más y odiar menos, dar la mano y no meter el pie. Y parte de esto tiene que ver con aceptar las diferencias, sin prejuicios y sin miedo. Con una mezcla entre humildad y conocimiento, y con menos ignorancia. 

“Es muy difícil sensibilizar a una persona a la que jamás en su vida la han atacado”, me dijo mi amiga Eugenia Garavani, quien es periodista, y me habló de la discriminación que sufrió cuando era niña y adolescente, por haber nacido con el virus de toxoplasmosis, que la dejó parcialmente ciega y no ve con el ojo derecho. A esto me refiero cuando hablo de la empatía social, en varios aspectos, y con el tema de que la ignorancia, porque el no conocer es no saber, y el resultado es juzgar. 

Es por esto, que esta columna de hoy es una cordial invitación a los lectores, a entender nuestras diferencias, tanto de ida como de vuelta. El no juzgar, no crucificar y tratar de ser más empáticos y respetar las opiniones de los demás y las vidas ajenas. 

Entender estas diferencias nos hará ser más tolerantes, menos prejuiciosos y mejores personas. Porque hoy en día, el ser diferente es un valor, una virtud y creo que se ha convertido en una necesidad básica. Porque ser diferente, nunca fue tan necesario como hoy, los invito a una breve reflexión.

POR MARÍA DEL MAR BARRIENTOS
MARIMAR.BARRIENTOS@ELHERALDODEMEXICO.COM
@MARIMARBAT

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